Ichus Negro, de Alzawihiri
Daniel Rojas Pachas
Tras leer Ichus Negro (Cascahuesos, 2014), me encontré con una cita del escritor peruano Darwin Bedoya respecto de un libro anterior de Alzawihiri, Sudario 2981, que dice "El lenguaje reconstruye el mundo y el pensamiento se hace sensorial en estos poemas nacidos de la lejura y llovidos desde algún sitio del silencio".
En los 3 cuerpos que componen el libro, tal como señala Bedoya, podemos observar poéticamente como la lluvia, el paisaje compuesto por una inmensa variedad de plantas y flores, molle, agave, capulí entre otros a la par de la yesca y la constante remisión a materiales secos, tentando constantemente al fuego, generan un abanico de colores y aromas que edifican la construcción de un mundo sincrético en que la naturaleza se hibrida en un imaginario mágico, tal como lo expresa de manera ideal el título que abre el poemario, al hablarnos de una masa de nubes que son más bien un amasijo de hojas que llueven ichu en forma de ceniza, naturaleza desbocada, luto y cierto tono apocalíptico plagado de belleza en constante ruina.
Interesa resaltar la riqueza polifónica del texto y su lengua a través de un proceso poético por el cual el sujeto conforma un discurso descentrado, heterogéneo, múltiple, que enuncia y traduce una biculturalidad con elementos antagónicos que no se resuelven, sino que evidencian la tensión no zanjada, la "totalidad contradictoria", las experiencias dispersas, quebradizas, inestables.
Por tanto, lo que resulta atrayente de Ichus Negro, es su capacidad natural de articular una multiplicidad de voces, imágenes, tradición, oralidad y elementos coloquiales, escrituras que el poeta reescribe, glosa y actualiza, provocando contrapuntos y registros, sin perder el ritmo y la gesta de una atmósfera que nos envuelve como lectores, se trata de una lengua desatada, memoria y arquitectura testimonial que nos transporta al punto de origen, vamos de la despedida a la reconquista y del desarraigo al retorno mítico.