Chilenismos
Unamuno recuerda que "idioma quiere decir propiedad". Los modos de expresión nacionales resultan la suprema y pura propiedad que poseemos, que nos permite ser y hacer, que nos reúne y nos otorga un acento de vida. Por nuestras voces nos conocemos y reconocemos.
Los chilenismos nos traducen en lo que más define nuestro léxico: su gracia significativa. Los chilenos hablamos, apoyándonos no en la desfiguración de las palabras, sino en la energía metafórica que ellas nos proporcionan.
Creamos enlaces de comunicación en un juego de imágenes que exige rapidez y claridad de mente.
Esta riqueza se advierte en el coa. Para comprender este léxico no basta oírlo: hay que penetrarlo en la maraña de su graciosa composición. Recordemos de nuestra amistad con delincuentes que "correr con fuerza" es lograr la libertad y que "pasar una noche de reyes", pasarla "tapándose con la barriga", como anotó Pezoa Veliz, en "El taita de la oficina".
El chilenismo es poesía viva, espontánea; es la palabra que se enciende dentro de la picardía patria y revienta en una figura que, por bella, se entiende con doble beneficio.
El Diccionario Ejemplificado de Chilenismos de Félix Morales Pettorino, Óscar Quiroz Mejías y Juan Peña Álvarez, revela una tarea, un trabajo a conciencia.
Conciencia de oído, de resolución expresiva y de cachativa, esa fortuna que es la única que ostenta nuestro pueblo. Quien, entre nosotros, es un pobre ave, carece de horizonte y no le queda más remedio que ir a bañarse... En cambio, el que amasa billullos y forma un grueso bolón, es de los que pueden entrar a donde gusten con banda de música. ¡Ay de aquellos a quienes les cae un balde de agua fría y de esos otros a los que hay que pararles el carro! Para disfrute de nosotros en la salsa de nuestra lengua, la lectura de este diccionario, de sólida base y ancha instrucción, entrega múltiples ocasiones.
Digámoslo, como agradará a sus autores: es un tomo cachitos p'al cielo, un tomo-taita en nuestra bibliografía de rango nacional.
Andrés Sabella