"Necesitamos nuevos expertos en meteoritos"
De chica, Millarca Valenzuela solía acompañar a su padre al Desierto de Atacama. Mientras él levantaba piedras buscando rastros de amigos detenidos-desaparecidos, ella contemplaba maravillada los cielos que se alzaban sobre el lugar más árido del planeta.
Ese interés la acompañaría en el curso de los años siguientes. Pero no sería sino hasta los 21 años, luego de una escuela de verano para futuros astrónomos, que se daría cuenta de lo que quería ser: geóloga. "Pensaba que sería astrónoma", cuenta Valenzuela (Antofagasta, 1977).
"Al tomar conciencia de que el trabajo implicaría más tiempo en los computadores, modelando la información que se obtenía de manera remota desde los telescopios de los observatorios, algo se aclaró para mí. Necesitaba un trabajo en ciencias que me vinculara directamente con la naturaleza. ¡Quería que mi oficina fuera al aire libre!".
Entusiasmada con las herramientas que la geología podía entregarle para entender la formación de la Tierra y su contrastaste con la astronomía, estudió una licenciatura en Ciencias y un doctorado en Geología en la Universidad de Chile. Aunque lo más emocionante para ella sería siempre salir a buscar muestras de meteoritos, acampando y cocinando a leña en las noches, para luego estudiarlas en el microscopio o hacer polvos para conocer su composición química.
Hoy, la científica es pionera en el estudio de meteoritos en Chile y la primera geóloga de nuestro país en dar nombre (Millarca) a un asteroide, el 11819 del Cinturón Principal. Actualmente es investigadora del Instituto Milenio de Astrofísica (MAS) y da clases en varias universidades.
Poseedora de una las mayores colecciones de meteoritos de Latinoamérica, se dedica a divulgar el valor de los tan poco apreciados meteoritos, algo que hará, precisamente, el sábado 13 de abril a las 16:30 horas, en un panel sobre los cielos chilenos que tendrá lugar en la Casa de la Cultura Andrés Sabella, como parte del programa del Festival Puerto de Ideas Antofagasta.
Titulado "Con los ojos en el Cosmos y los pies en Antofagasta", el encuentro indagará en las búsquedas particulares de un grupo de científicos chilenos y en cómo estas afectan nuestras vidas. A Valenzuela se sumarán los astrónomos Maritza Soto y Maximiliano Moyano, y el astrofísico José Gallardo como moderador.
Oportunidades y retos
No se sabe cuántos meteoritos hay en el desierto chileno, pero en las superficies que Millarca Valenzuela ha estudiado se han contabilizado más de 150 por kilómetro cuadrado. Su gran cantidad y variedad se explica por la aridez y la antigüedad de este territorio.
Sin embargo, el interés que han suscitado en el Estado y la misma comunidad científica ha sido poco.
"No tenemos un lugar donde clasificar meteoritos. Casi siempre tenemos que trabajar fuera de Chile, porque aquí, en general, los laboratorios de geología son para todo tipo de rocas. También necesitamos nuevos expertos en meteoritos, que puedan ser clasificadores y preservadores", explicó.
¿A qué se debe el poco interés?
- A que Chile tiene importantes compromisos con el desarrollo de las ciencias que tienen directo impacto en nuestra economía. Como somos un país minero, la gran parte de los recursos se destinan a áreas de investigación que apoyan esa industria.
Mujeres en la ciencia
La participación de la mujer en la ciencia es escasa. Apenas en 2006, por ejemplo, la bioquímica chilena Cecilia Hidalgo se convirtió en la primera mujer en ganar el Premio Nacional de Ciencias Naturales. Para Valenzuela, las razones tienen que ver con el temor a no alcanzar la excelencia o a que su elección perjudique la formación de una familia. También acusa que si bien en las etapas formativas no se encontró personalmente con discriminación, sí detectó "una especie de embudo, a través del que muy pocas mujeres pasan, donde hay presión por ser más competitiva".
"Mi posición no es que aumente el número de mujeres científicas porque es mejor para los indicadores, sino para que las mujeres hagan lo que deseen".
Agregó: "Yo cuando niña no quería ser científica, sino escritora, y luego contempladora. Mi mamá me dijo que eso no era una profesión, que eso lo hacían los monjes, así que pensé en ser monja de alguna religión no occidental. Luego vino el amor por las estrellas y la vida en todas sus formas. Así que diría que tuve la suerte de tener adultos que me guiaron en la búsqueda de lo que más hacía vibrar mi ser y que me enseñaron el amor por el mundo".
"Mi posición no es que aumente el número de mujeres científicas porque es mejor para los indicadores, sino para que las mujeres hagan lo que deseen"."