Hacer minería no será, a futuro, tan sencillo como hasta ahora. El juicio no se refiere a dificultades tecnológicas o de inversión, sino al contexto, bastante más complejo en el que debe moverse la industria, igual que los gobiernos y las sociedades.
Las mineras ya no pisan sobre terreno firme y eso tiene que ver con demandas que son distintas, exigencias más complejas y un contexto todavía más feroz: el derrumbe de las instituciones, el avance de la desconfianza y discursos que no son los que han caracterizado el Chile de las últimas tres décadas.
Hoy -y nadie parece sorprenderse- ya se habla de la posibilidad de crear empresas estatales para el litio o tomar parte societaria en algunas compañías privadas, cuestiones que parecen síntomas de algo más profundo. Tenemos a lo menos dos opciones: hay algo que se está larvando, o bien, los acuerdos sociales vigentes ya no sirven. Si la discusión continúa en estos términos, bien conviene preguntarse qué otras ideas aparecerán después. Por eso hay que dialogar.
Mas, existe una asimetría evidente. La industria minera tiene en Antofagasta un desarrollo robusto, pero no así la autoridad y menos la sociedad civil.
¿En ese escenario con quién se llega a acuerdos? ¿Con una autoridad debilitada y sin ideas o con algunos gremios y organizaciones que inevitablemente responderán a sus intereses particulares con los riesgos de generar expectativas, pero no soluciones?
Con este contexto, fue positiva la señal dada por el Consejo Minero, con la presencia de ejecutivos como Jean Paul Luksic, de Amsa, y Daniel Malchuk, de BHP, quienes oyeron pinceladas de lo que aquí ocurre. Si hay espacio e interés en escuchar eso es muy bueno y solo es de esperar que ello sea genuino y no una puesta en escena solo para destacar las bondades de la minería y deslindar responsabilidades respecto de su aporte al desarrollo del territorio.
Lo más aconsejable es sugerir el sentarse a conversar para crear un futuro juntos, que incluya a la minería de los próximos 30 años, pero también las ciudades y la región de aquel horizonte. Será un trabajo complejo, porque las autoridades no tienen claro qué hacer, algo que también se infiere de parte de las compañías productoras. Pero el diálogo abre posibilidades.
Consensuar aquello es fundamental para el éxito de metas que no se oponen, el de la sociedad y el de la minería. Muy por el contrario, deben entenderse como complementarios.
El éxito -en el sentido amplio del concepto- de uno será real con el desarrollo del otro y eso es lo que, hasta ahora, no parece advertirse, más allá de hablar de más impuestos, pavimentación de calles o reclamos sin contenido de uno y otro lado.
Hay tiempo para los acuerdos, pero deben tomarse con urgencia por el bien de todos.