Inauguramos el Salón de Plástica Antofagastina recordando la presencia permanente de Andrés Sabella con sus dibujos iluminados y llegando siempre con Elba Emilia. Sin embargo, Andrés siempre estará llegando… porque nunca se ha ido.
Los pueblos del interior, sus paisajes y sus templos están envueltos en un aura de espiritualidad. En el actual Salón, Arlet Morales, ex alumna del LEA, nos envió desde Talca la Iglesia de San Pedro de Atacama, nostálgica desde la lejanía. Olga Acuña le otorga atmósfera al volcán Licancabur. Sandra Catacora pinta los cerros del Norte. Jeannette Juarez sintetiza una vieja leyenda en torno a la vuelta del último Inca, perdiéndose la última posibilidad de su resurrección.
Mónica Jorquera y Francisco Grisolia pintan el Antofagasta nocturno, embelesándose en la caligrafía luminosa que los vehículos dibujan.
Eli González y su acrílico titulado "Cuestión de peso", una balanza que pesa a la humanidad, en que dos personas pesan más que una multitud, por el peso de los valores,
La mujer, eterna musa, está siempre presente: en Germán Morales ex alumno de Iván Lamberg con un retrato de Brigitte Bardot titulado "Mi musa". En Gabriel Becerra una composición monocroma con pigmentos de la Isla Santa Maria en tonalidades rojizas, una pareja cubierta por las sábanas del agua. Estuardo Valenzuela desde Ovalle nos envía una fémina, fría, glacial… titulada "Ejecutiva de Cuentas".
Salvador Lauriani y su obra casi abstracta de sutiles equilibrios titulada "Valparaíso", con unos peces moviéndose en el espacio bidimensional, que rompen la quietud de los planos. Daysi Alvarez pinta simplemente un tarro colgando del vano de una ventana: el tarro casi oxidado esconde un rostro amordazado.
Dos óleos sobre madera de Karla Nuñez e Ivy Rojas, que desatan las imágenes poéticas y Makarena Molina alcanza el lenguaje del barroco popular latinoamericano.
Pienso, por lo demás que el "imaginario adolescente" no solo es privativo de los jóvenes. Proseguiremos en una última Linterna, comentando a los expositores que restan.