Calidad de vida, una ironía
"El ciudadano que habita Antofagasta se desloma trabajando para poder costear la vida en la ciudad".
Antofagasta vive una bonanza económica que es innegable, prueba de ello es el constante incremento y renovación del parque vehicular, el altísimo canon de arriendo y de la educación privada, el auge hotelero, el boom gastronómico, el crecimiento inmobiliario, el arribo de inmigrantes de todas las latitudes. Vivimos en la ostentosa pujanza que brinda el dinero.
Sin embargo, toda esta riqueza no logra transformarse en mejor calidad de vida, los costos que trae aparejado este crecimiento desbordante, agotan al ciudadano que habita día tras día nuestra ciudad. Simplemente Antofagasta creció de golpe, se pegó el estirón y los pantalones le quedaron cortos; así que andamos todos incomodos.
El ordenamiento territorial y la administración pública no dan abasto, si ayer nuestras áreas verdes no cuadraban con el promedio mínimo por habitante, hoy aún menos. La explosión demográfica nos ha superado, ni siquiera nos han sabido contar bien y además tenemos una población flotante que es una sombra inasible.
El sistema de salud ha colapsado, conseguir hora con un especialista es una hazaña. Lo mismo, lograr un cupo en una escuela o colegio de un mínimo de prestigio. Qué decir de comprar una vivienda nueva, imposible, ni siquiera en verde. En tanto las viviendas sociales son una utopía, ¿o usted sabe de oferta inmobiliaria entre 600 y 1.000 UF en nuestra ciudad?
Colapsó el transporte, entiéndase desde el aeropuerto, que vive una remodelación eterna, hasta el transporte urbano. Incluso intentar trasportarse en bicicleta resulta un imposible, no tenemos vías estructurantes, ni siquiera ciclovías.
El dinero está en el aire, todo incrementa su costo, la demanda crece y crece, y bueno, nuestra economía de mercado sustenta su equilibrio en la oferta y la demanda, pero como que algo no está calzando.
En tanto, el ciudadano que habita Antofagasta se desloma trabajando para poder costear la vida en nuestra en ciudad. Nuestras riquezas se exportan, incluso hemos evolucionado y hasta emitimos remesas al extranjero.
Así, cualquier día se instala la moda de enviar a nuestras familias a vivir a La Serena, Santiago, Lima o incluso a Cali, para así brindarles una mejor calidad de vida.
Periodista y magíster Ciencias Sociales