La revocación del permiso ambiental al proyecto Hidroaysén por parte del Comité de Ministros, muestra por primera vez la importancia de los aspectos relacionados con el territorio y sus comunidades, sobre el 'interés nacional'.
No hemos vivido esta mirada en nuestra región: en la crisis del gas argentino, el centralismo sin importar la salud de la población, aprueba el uso petcoke, residuo del petróleo altamente cancerígeno. Desde el 2005 cerca de 800.000 toneladas anuales de concentrado de cobre se pasean a lo largo de nuestra ciudad, este material altamente contaminante es 'inocuo' para el Estado chileno. El gobierno anterior define que el puerto de Antofagasta se transformará al año 2018 en un terminal de concentrado de cobre para exportar 3 millones de toneladas anuales, para lo cual se aprueba la ampliación del puerto en 15 hectáreas y se elimina el proyecto Bicentenario de la playa artificial más grande de Chile, La Chimba.
Nuestros puertos de uso exclusivo para la minería, niegan la posibilidad de diversificar la economía.
Los chilenos vivimos en el país más centralizado del mundo, que asfixia a las regiones, con una economía a base de venta de recursos naturales barato, que ha generado un desarrollo con buenos índices macroeconómico, hoy este ciclo ha empezado a detenerse por los mayores costos de producción que están sobre el promedio mundial. En este proceso, las externalidades negativas de la actividad productiva quedan en regiones y las externalidades positivas se van a la capital. Las regiones producen el 60% del total del país, invirtiéndose en ella sólo el 45%, mientras en la nuestra no alcanza un dígito.
El país debe considerar para su desarrollo superar la economía de recursos naturales y lograr justicia con las Regiones. La opción es entregar autonomía bajo la existencia de un sistema federal, sólo así los territorios regionales podrán desarrollarse en forma ideal para sus habitantes, con una mayor equidad, eficiencia e identidad.
El problema de convertirnos en una república federal requiere de una voluntad gigantesca, de partida significa una nueva constitución y, lo más difícil, es desmembrar el aparato público de Chile, comenzando por regionalizar los partidos políticos, las instituciones más centralizadas del país.