Quiero referirme a un par de posiciones emanadas de dos personeros locales respecto de nuestra región. La primera de ellas, corresponde a una columna de Antonio Sánchez, en la que, una vez más, pone de relieve la mentalidad agrícola que impera en parlamento, en detrimento de las zonas extremas como la nuestra.
La segunda, se refiere al discurso del presidente de la AIA, Marko Razmilic, en la celebración del 70 aniversario del gremio, en el que señaló, entre otros tópicos, la necesidad de establecer una alerta temprana respecto de aspectos relacionados con la calidad de vida local. Si intentamos unir ambos enfoques, podríamos concluir que carecemos del peso suficiente como para hacernos escuchar a nivel central y que la calidad de vida regional presenta síntomas preocupantes.
El desarrollo minero local ha beneficiado al país entero, qué duda cabe, pero a su vez ha generado una serie de externalidades negativas que sólo afectan a nuestras comunidades. En efecto, déficit en el desarrollo comunitario y carencias en la infraestructura urbana, contaminación, servicios inadecuados, alto costo de la vida y miles de trabajadores foráneos sin ninguna contribución, son algunas de sus consecuencias. Si seguimos por el camino actual no lograremos enmendar rumbos. No podemos seguir proyectando, indefinidamente, el desarrollo regional en base a la estrategia actual, por lo que se requieren, en justicia, más recursos para investigar, evaluar, promover y desarrollar otras áreas productivas que nos permitan diseñar una carta de navegación no dependiente exclusivamente de la minería, porque ésta, tarde o temprano se acaba.
¿Qué nos hace falta? Pienso que se requiere un referente amplio y transversal, que aglutine a los más variados sectores y actores ciudadanos, que logre consensuar las posiciones que realmente inciden en la sustentabilidad del desarrollo regional y que sus planteamientos sean escuchados y tomados en cuenta por el nivel central.
Debemos rechazar aquellas promesas e intenciones de buena voluntad pre eleccionarias, de todos los sectores, que luego se desvanecen sin más ni más.
En resumen, es hora de hacernos respetar y que de una vez por todas, independiente de los gobiernos de turno, Antofagasta adquiera el peso que corresponde dado al aporte que realiza.