Sabella y el puente que lleva a principios de siglo
No siempre los seres son marcados por la generación a la que pertenecen, sin embargo, la generación de artistas e intelectuales de 1938, a la que perteneció Andrés Sabella, cargó con una impronta que llevó marcada a fuego de manera colectiva. Nacidos en el período previo a las guerras mundiales, vivieron los años convulsionados de las entre-guerras, cuándo surgen las principales vanguardias artísticas. Había crisis y cambio, grandes apuestas desde lo social, político y, por ende, artístico. En nuestro país existió ecumenismo en los grandes problemas y conflictos humanos y las apuestas se encarnaban en la vida misma.
Es así, como Sabella, al igual que sus compañeros de generación, trabajaron duro para encarnar a ese ser humano íntegro que sentían debía nacer de la caída de ese orden derrotado. Los artistas de esa época eran claves para edificar un nuevo concepto de existencia, de identidad latinoamericana, nacional y regional. Esa generación se preparó mucho, se autoformó, se vigiló de cerca. Se unió a las luchas sociales de cambio de aquella época, aprendió de los movimientos obreros, trabajó en recordar las masacres ocurridas a finales y principios de siglo y dejó un legado que aún tiene sentido.
Sabella perteneció a un grupo de avanzada y su obra por lo general se adelantó a los movimientos artísticos locales. Su poesía fue modernista, cuando recién los poetas chilenos empezaban a seguir a Darío que trajo la novedad a Latinoamérica, sus crónicas sociales superaron muy pronto al criollismo imperante para proponer un realismo más cercano a nuestra situación nacional.
Fue uno de los principales estudiosos de la literatura social en nuestro país, lo que le permitió realizar una constante interpretación de Chile, desarrollando una suerte de épica idealizada del pueblo. Su novela Norte Grande, escrita durante la Segunda Guerra mundial, cuando aún sus contemporáneos retrataban a las clases populares de forma caricaturesca, hace una apuesta profunda en términos estéticos y documentales.
Su obra plástica muchas veces se asemeja a las propuestas mandragórico-surrealistas, como emergiendo de otra parte del creador, ya sea del inconsciente o de los sueños, una parte velada que en nada se parece a su imaginario social. El periodismo lo escribió de pie, porque para él las palabras eran armas. Practicó el Periodismo narrativo, embelleciendo el estilo informativo e hizo su polinización en la Escuela de Periodismo de la actual UCN que fundó junto a Nicolás Velasco en 1967.
Desde allí tendió un puente, entre la ciudad, otras regiones, la capital y el mundo. Ese puente todavía existe, no sólo lo transitan los nostálgicos, sino también muchos ciudadanos de Antofagasta, aún sin saberlo.