Por años los vecinos que viven en sectores aledaños a la línea férrea, reclaman por la falta de seguridad en los cruces y en las vías. Poco a poco se acostumbraron a vivir en esas condiciones. El origen del ferrocarril se remonta a 1873, cuando se concluyeron los primeros 35 kilómetros de vía.
El área que rodea la línea del tren de Antofagasta está llena de basura. Botes de pintura o de cloro, pantallas de viejos computadores, restos de televisores, zapatos sin propietarios… Muchas veces, la gente viene a botar sus desechos durante la noche.
Este lugar forma una suerte de burbuja de silencio pesado entre las dos carreteras ruidosas que siguen cada lado del trazado de la línea. Los ruidos de la inmensa máquina que pasa cada cierta hora, son amortiguados por los montones de polvo, tierra y arena. Entre los rieles pasa un motocross de color azul eléctrico, a toda velocidad y con gran ruido. El conductor lleva una cámara Gopro sobre su casco para filmar sus hazañas.
Otra postal: sentado sobre los primeros peldaños, un joven está esperando a su novia. Él vive en la playa, y trabaja como limpiador de coche en las veredas del centro de Antofagasta. A veces, viene por acá durante la noche para tomar unas cervezas con amigos.
La inactividad está de nuevo perturbada por el paso de dos locomotoras sin carga detrás de ellas. El suelo tiembla, las máquinas avanzan en gran ruido, y sube el polvo y la arena en una nube que se desvanecerá completamente algunos minutos después. Este panorama se repite una y otra vez, bien lo saben aquellas personas que viven frente a esta emblemática postal de Antofagasta.
A algunos el tren les parece algo maravilloso mientras que para otros es un dolor de cabeza con el que diariamente deben lidiar. Fresia Pacheco debe cruzar todos los días la línea del tren. Vive en la Avenida Andrés Sabella. Su hija tiene un bebé de dos años y todos los días debe bajar hacia la calle Eduardo Lefort a dejarlo al jardín. El trayecto es parecido al de un rally, baja con su hijo en brazos y con unos zapatos con tacos para ir a trabajar.
'Es bien terrible porque no tenemos escaleras decentes para hacer ese trayecto. Y estoy segura que no somos los únicos que pasamos por esto. La empresa debería hacerse cargo de al menos, mantener unas escaleras adecuadas donde nosotros podamos bajar sin tener que llegar con los zapatos todos cochinos al trabajo', comenta.
Desde hace años, el tren pasa cada día temprano por la mañana y tarde por la noche, es decir en momentos de baja circulación para limitar los riesgos de accidentes. Esto no impide acontecimientos trágicos. En los últimos 10 años, hubo al menos 20 accidentes involucrando el tren del Ferrocarril, la mayoría de ellos ubicados en el centro alto de Antofagasta, sin hablar de los accidentes que ocurrieron fuera de la ciudad.
Con este desfile de trenes, los vecinos se quejan del ruido que cada noche interrumpe el sueño de los niños. Además, esta área tiene muy poca luz, transformándola en una 'tierra de nadie' durante la noche. 'Es peligroso aquí', recalca un grupo de alumnas volviendo del colegio. Por la mañana, cruzan con ropa y zapatos limpios, y en poco tiempo se ensucian por falta de pavimento. Pero ese no es el mayor problema.
'Nosotros nos devolvemos del colegio en grupo porque acá es peligroso. No hay una luminaria decente y por acá andan niños chicos y solos. Incluso, la semana pasada asaltaron por este lugar a una compañera. Esperamos lo arreglen', dicen las jóvenes que diariamente deben enfrentarse a la soledad de la línea del tren.
Hay que reconocer que existen escaleras y barandas en algunas partes del trazado, para asegurar el cruce de los peatones. Pero en la mayor parte del trazado, no existen estos elementos, y los habitantes tienen que cruzar como pueden, a veces en un peligroso número de equilibrista.
Sin embargo, los habitantes no tienen otra opción. Siguen cruzando la línea diariamente. 'Chicos pasan por este espacio lleno de desechos, con perros muertos a veces. En caso de emergencia, los bomberos o carabineros no pueden cruzar. Debería haber una calle', explica un transeúnte.
La acumulación de desechos cerca de los rieles también es un peligro, pues puede obstruir los sistemas de detección de los trenes, y así impedir el funcionamiento de las señales de cruces y de los semáforos.
En este paisaje hostil se destacan islas de vida. Algunos vecinos de la línea férrea se dedicaron a plantar y regar pequeños jardines, que parecen oasis en este ambiente sin otros colores que el de la arena y de los desechos.
En el año 2000, el equipo de Jorge Luis Honores, asesor urbanista de la Municipalidad de Antofagasta, había presentado un proyecto de mejoramiento de las cercanías de la línea férrea. La iniciativa involucraba la creación de espacios verdes y la construcción de edificios dentro de los terrenos del Ferrocarril, que representan 'espacios vacíos dentro del espacio urbano', según el asesor. La meta era mejorar la integración de este espacio histórico en el sector centro de la ciudad.
Sin embargo el proyecto nunca vio la luz y fue tomado como un fracaso. 'El tema es que los procesos de ejecución son muy lentos, y hay también un problema de recursos, porque no se puede exigir que la empresa del Ferrocarril pague o haga cosas. Nadie, ni siquiera nosotros, tenemos esa facultad', comenta.
Según Honores, las líneas del ferrocarril fueron instaladas mucho antes que la población se asentara en Antofagasta. Por lo tanto, ya paso a ser algo cultural y un icono de la región. Lo peligroso de esto, -explica- es que la gente se acostumbró a vivir de esa manera y ahora reclama porque algún vecino botó basura, llaman a la municipalidad, sacan la basura y se solucionó el problema, pero a corto plazo. 'No existe un empoderamiento ciudadano para presionar y buscar soluciones concretas al problema. Además el ferrocarril no ha ido acorde al crecimiento de la ciudad. Ha generado espacios sin ninguna protección. La principal preocupación del ferrocarril está asociada a la inversión de su área y no se han preocupado del desarrollo sustentable de la ciudad. El impacto que hacen en Antofagasta es fuerte porque trasladan minerales. Funcionan a las dos o tres de la mañana, tocando bocinas y eso es un desgaste que tiene la comunidad. Ellos lucran con eso. No entregan más de lo que dan', dice.
Al igual que otros urbanistas, Honores explica que el ferrocarril segrega a la ciudad y la parte en dos. Lo anterior, se puede estudiar desde el punto de vista sociológico y económico. 'La gente identifica 'los de arriba', y 'los de abajo'; 'los pobres y los ricos'; con delincuentes y sin delincuentes', sostiene el urbanista.
A su juicio, las soluciones no son tan difíciles ni imposibles. 'En La Serena, por ejemplo, tienen áreas verdes, generaron espacios públicos y eso es muy bueno. Aquí no ocurre eso. Acá encontramos basura, gente en situación de calle. En definitiva, no hay ningún cuidado del medioambiente', explica.