Comentario marginal
Ese día sentí un gran desasosiego, pensé en los millones de chilenos que lloraron de amargura y desilusión. ¿Cómo es posible que nos pase esto? ¿Por qué Dios permite semejante flagelo? ¿Cuántas lágrimas fueron a dar al pudridero? No es justo, venir un palo traidor a hacernos sentir la amargura de la derrota y dejarnos fuera del mundial.
Sin embargo, años atrás, el flujo de lágrimas fue mínimo, una docena de sensibleros lloraron porque un escritor suertudo ganó el campeonato mundial de novela. También ocurre que de pura buena fortuna tenemos dos campeones mundiales de literatura.
Por qué nos trata así la vida, pues lo más lejos que hemos llegado con una antología de futbolistas, ha sido al tercer lugar en ese prehistórico Mundial del 62, y cómo lo hemos venerado, pero la suerte perra aún nos tiene entre ceja y ceja.
No estoy en contra del fútbol, sino contra la estupidez. Porque ese día fatídico, cuando el palo falaz no permitió el gol que haría ganar a nuestros héroes peloteros y ese viejo periodista deportivo, con voz al borde de la histeria, narró el infeliz lanzamiento penal; hasta ahí no más miré la caja idiota.
Por esto y mucho más estoy en contra de aquellos que hacen del fútbol una soberana estupidez. Claro, no somos los únicos, ya en tiempos de la antigua Roma, los leones devoraban carne humana, mientras la caterva en la galería y tribuna se comportaban de igual manera que hoy.
Asimismo estoy en contra de aquellos educadores que conocen a Mistral y Neruda, porque el programa dice que deben pedir biografía y libros que nunca ellos han leído, pensemos en la importancia del lenguaje que forma el mundo de las ideas.
Quiero creer que la moda de valorar la vulgaridad, el farandulismo, el garabato institucionalizado es sólo una moda o tal vez una enfermedad que algún día pasará, y este país, por fin, estará a la altura de sus creadores y seremos merecedores de tan inmenso privilegio, alcanzando la dignidad de pueblo culto.