"Perdida"
Son pocos los creadores contemporáneos que pueden ostentar el título de maestros. Mucho menos en el cine estadounidense. Las excepciones son tres tipos del mismo nombre: David. El primero es David Lynch, el otro David Cronenberg y el tercero es David Fincher, quien ha regresado a nuestra cartelera con una pieza notable, 'Perdida' (Gone Girl, 2014).
Es evidente que Fincher ha cimentado su carrera en una galería de películas inteligentes, polémicas e irregulares, desde la secuela de 'Alien', pasando por 'Los siete pecados capitales', esa pieza maestra que fue 'Zodíaco' y la interesante 'El club de la pelea' -exceptuando el innecesario remake de 'La chica del dragón tatuado'- en donde dejó claro sus convicciones: sus imágenes son herederas del suspenso de Alfred Hitchcock y están diseñadas con la precisión de un relojero.
En 'Perdida' adapta la novela homónima de Gillian Flynn, que parte por mostrarnos la tortuosa relación que mantiene un matrimonio que alterna el amor con el odio por partes iguales. Ella es escritora famosa de cuentos infantiles y él es un periodista que pudo ser famoso. Todo estalla cuando celebran el quinto aniversario, porque la mujer desaparece, sin razón aparente y todas las pistas apuntan a un solo sospechoso: el marido.
Como suele suceder en el buen cine de género -éste lo es- partimos suponiendo algo y terminamos sabiendo otra cosa; pensamos que la esposa ha sido asesinada y después dudamos de nuestro propio juicio. Para la policía la clave es una sola -el marido- y actúa con la inercia habitual del estereotipo policial (incluso se hace una referencia en clave de burla al programa 'La ley y el orden'), es decir, con singular desgano.
Pero la ambigüedad, tema recurrente en el cine de Fincher, se amplía a otros ámbitos y abarca a otros personajes y así, el panorama se oscurece y surgen los excesos de una sociedad que se deleita con la morbosidad: la prensa, era que no, ataca sin piedad en aras de vender más y subir los ratings y las amistades que se esfuman, en medio de la debacle.
Y como suele suceder en el cine de este realizador, todas las imágenes son apenas un pretexto para indagar en su tema predilecto, el bien y el mal, cómo se construye y destruye la noción de la verdad y en el límite, ¿qué es la verdad?
'Perdida' recupera el estilo y la forma, es grande en su estructura cinematográfica y tiene ese viejo aliento de las películas de Claude Chabrol, maestro francés que era capaz de llegar hasta las últimas consecuencias en su manera de desnudar la naturaleza de sus personajes, siempre enfrentados a crímenes en el ámbito de la burguesía y el acomodo social.
No se puede dejar de mencionar un hallazgo: logra que su protagonista, el casi siempre inexpresivo Ben Affleck actúe bien, le saca el máximo partido a la actriz Rosamund Pike, en el papel de la esposa y con ellos, junto a un muy buen elaborado material de guión, logra entregarnos un filme de excepcional tensión, de vueltas de tuercas y de gran exquisitez visual, aun cuando hacia el final -en su afán por dar un golpe teatral- se haga algo redundante y efectista.
Es verdad que se puede criticar que 'Perdida' sea una película hecha pensando en el público cinéfilo, aquél educado en el cine de Hitchcock, Chabrol y amante del thriller, del género negro y de las argucias policiales. Cierto. Pero su cine es tan elegante, tan diferente a las fórmulas comerciales repetidas hasta la saciedad que el solo ver sus imágenes y dejarse seducir por sus historias, es un placer para nada culpable.
Lejos, estamos en presencia sino del mejor, de uno de los grandes estrenos que ha pasado por nuestra cartelera en este año y que será mejor apreciado con el tiempo, cuando adquiera la estatura que tiene: la de una pieza perfecta de un género noble y siempre vivo, el suspenso y la tensión policial. Muy buena.