IVO SERGE, POETA DE LA TIERRA Y LA TERNURA
Cuando uno se encuentra con hombres como don Antonio Rendic de una sola pieza de dignidad, no puede menos que olvidar las turbieces y creer, firmemente, en la grandeza de la condición humana.
Ivo Serge, seudónimo literario del Dr. Antonio Rendic, no permite que el ocio entorpezca su espíritu y la comodidad amustie su pluma. Su modelo de laboriosidad en Medicina y Poesía poseen rangos iguales. Cuando no escribe el poeta, el médico actúa como tal; cuando el médico reposa, el poeta avanza, gozosamente, a las cuartillas, para henchirlas con su poesía flexible, madurada por el sol de la pampa. Todo en este hombre dulce, tierno y humano, adquiere el valor de una lección. Sus poemas transcurren serenamente, sin atributos de centella vana. Reposa en su tierra y para ella existe en constante desvelo de amor.
"Tierra del Norte querida,/ tierra por mí bendecida/ desde la cuna./ Cuando te deje y me vaya,/ vendré a tenderme a tu playa / en algún rayo de luna./ Porque mi amor es más fuerte/ que las sombras del olvido/ y el silencio de la muerte."
Ivo Serge, en la huella de su poesía "comprometida" con el Norte, nos ofrece ahora "Tierra de Punas, Riscos y Salares", continuando el ejercicio que le es más grato: conmoverse delante de nuestros paisaje calicheros y cantarlos.
"Cuando se para el terral/ y ya declina la tarde/ la pampa es toda un incendio/ o rojo cuajo de sangre."
Inquebrantablemente, nortino, a la manera "jotabecheana", Ivo Serge palpa de raíz a raíz, nuestra extensión abrasadora. Crea en júbilo dentro de nuestros cerros, delante de nuestro mar, preocupado por sacarles vetas nuevas a estos límites de fuego.
"Cantando vive el minero,/ cantando risas y penas./ Para él penas y alegrías/ son como hermanas gemelas."
Conociéndolo, no se demora en advertir el noble paralelo que cabe entre él y Baldomero Fernández Moreno, ambos entienden el drama humano sintiéndolo como propio, ayudándolo a llevar, aliviándolo, sin renunciar a su ultima urgencia de hombres: la del cantar. Ivo Serge, en su reciente obra, no cambia ni el paso ni el ánimo.
"El alma de los nortinos/es oasis en el desierto.
Don Antonio -como lo nombra con unción, toda la ciudad de Antofagasta- es, también, un oasis a la sombra de sus versos de claridad y sencillez; todos encontramos el agua confortadora de su amistad y su esperanza. El médico trabaja para el cuerpo; el poeta, para el alma. Nortino por obras de amor y poesía, evitando los saraos oficiales, vive y escribe para su pueblo; de esta devoción brotan sus cantos sin horarios de modas, regidos únicamente por el fluir de su corazón. Un poeta en su ternura por el terruño, que acaricia con el labio de las estrofas.