Los cien puentes que unen a Chiloé
Quienes viven desde la Provincia de Palena al sur dicen que Chile termina o comienza en Puerto Montt. Hacia el norte decimos algo similar: el país inicia en La Serena, es decir, a unos 1.000 kilómetros de aquí.
Es curiosa la relación del centro con sus regiones, en especial con los extremos. Es una mezcla entre ignorancia y desprecio. Ignorancia, por el profundo desconocimiento de la vida y cotidianeidad de las regiones de Arica y Parinacota; Tarapacá, Antofagasta, Atacama, Los Lagos, Aysén y Magallanes; y desprecio, por el injusto y carente trato en recursos y políticas especiales.
Para La Moneda, en la práctica, en los hechos, más allá del discurso, un niño de Coyhaique tiene las mismas oportunidades que uno de Providencia. O una anciana de Ollagüe puede similar a una de Viña del Mar.
No hay trato especial, a pesar de la soberanía que se ejerce y la profunda abundancia de carencias.
Chile no tiene un sentido de ocupación del territorio y menos confianza en los ámbitos locales. Se critica a las provincias y su inteligencia, a pesar que los escándalos y errores más garrafales se cometen en las cuadras aledañas a la casa de gobierno.
Muchas veces, las provincias vivimos de las promesas, como el Puente a Chiloé, lanzado y relanzado por cada gobierno que asume que está haciendo una especie de favor, sin ser capaz de observar las infinitas oportunidades que puede abrir una obra monumental de este tipo.
Por eso es que muchos creen que las obras monumentales son exclusivas de la Región Metropolitana.
Para Antofagasta se ha comprometido un metrocable y un corredor exclusivo para la locomoción colectiva. Sin entrar en el detalle de las conveniencias de tales obras, es de esperar que las inversiones se concreten y no descansen eternamente en espera de las radiografías financieras.
Las regiones están llenas de "puentes Chacao", de hospitales demorados, de universidades con escasos aportes, de caminos a medio construir y de oportunidades que se pierden por la ignorancia capitalina.