La lenta agonía que vive desde hace cinco años la Plaza Sotomayor
Ciudad. En el siglo pasado concentró
"Un lugar dedicado a la cultura e identidad antofagastina". Es lo que una placa indica al pie de la estatua instalada al centro de la Plaza Sotomayor. Este espacio público ubicado al lado del Mercado Central fue reinaugurado en 2002 por el entonces alcalde Pedro Araya Ortiz.
Hoy, de "cultura e identidad", parece que el lugar no tiene casi nada. Cuando uno llega desde la calle Matta, se enfrenta a una pequeña población de vendedores de calcetines, ropa para niños, discos de música, relojes y dulces, que llegaron en agosto del 2009 a la plaza.
A la hora del almuerzo o al fin del día, este lugar se llena de antofagastinos y el tránsito por la plaza se hace difícil, ya que los puestos de vendedores ocupan una gran parte de la calzada.
Son 68 vendedores ambulantes instalados en puestos temporales desde hace cinco años. Ellos venden de todo, cosas que se podría encontrar en cualquier supermercado. Es el caso de Antonia Vilca, que vende ropa para niños desde que autorizaron su arribo.
"Acá sobrevivimos. Un permiso para 6 meses me cuesta 20 mil pesos y sólo para las fiestas ganamos plata", explicó Antonia. Sin embargo, no tiene que pagar nada para el arriendo del puesto. Tampoco paga la luz, ya que la municipalidad la entrega gratuitamente.
Al entorno de estos puestos, decenas de vendedores ilegales se instalaron para aprovechar de la concentración de los clientes. Suelen extenderse hasta el Paseo Prat. Pero a la diferencia de la Plaza Sotomayor, la calle Matta parece más fiscalizada por los carabineros.
Frente a los puestos blancos de los vendedores ambulantes se encuentran artesanos que pertenecen a la agrupación "Arte Urbano Antofagasta". Gracias a esa agrupación, diez de ellos tienen carritos para exponer y vender su producción.
Eduardo Fres, productor y vendedor de artesanía reciclada, pertenece a esta agrupación. Explicó que tiene que pagar 80 mil pesos para renovar su permiso cada seis meses. Considera que al contrario de los vendedores ambulantes de los puestos blancos, los artesanos como él están bien ubicados, ya que son parte del objetivo de hacer de la plaza "un lugar dedicado a la cultura e identidad antofagastina".
"De hecho estoy acá desde hace 8 años, es decir antes que llegan los otros vendedores ambulantes. Pero lamentablemente ahora la plaza se volvió en un lugar más comercial que cultural", relató Eduardo Fres.
Otros vendedores de artesanía se encuentran en la plaza, pero más escondidos. Son los puestos construidos durante la renovación de la Plaza Sotomayor en 2002. Cuando se comparan con los otros vendedores de la plaza, queda la sensación que se caen mal.
artesanías
Marisol vende artesanías en el puesto Nº24. Aseguró tener que pagar 43 mil pesos cada mes, más 45 mil pesos cada semestre. Y al mismo tiempo, su puesto atrae menos cliente, ya que está escondido por los vendedores ambulantes instalados en medio de la plaza. "La gente no nos ve, somos casi invisible", precisó.
Para defender sus derechos, los vendedores de estos puestos más antiguos se juntaron en un sindicato independiente. René Torres, también vendedor, es el representante oficial. "No tenemos problemas personales con los demás vendedores ambulantes, pero nos perjudican. Por ejemplo en septiembre venden las mismas cosas típicas de las fiestas patrias. Entonces estamos en una situación deprimente", confesó.
Además denuncia una competencia desleal por ello explicó que la llegada de los vendedores ambulantes tuvo como consecuencias un cambio de cara de la Plaza Sotomayor.
A partir del 2000, después de la renovación completa, varios eventos y actividades culturales, artísticas y deportivas fueron realizadas en el lugar. "Cada fin de semana un cantante nacional era invitado. La plaza se llenaba de mucho más gente y había un mejor ambiente", recordó.
Sin embargo, en 2009 las autoridades autorizaron la instalación temporal de vendedores ambulantes. Con el tiempo, las carpas se transformaron en puestos y los vendedores siguieron ahí de manera indefinida.
STATUS QUO
La plaza se transformó en un sitio descuidado, a veces anárquico, donde vendedores ilegales ya no respetan ninguna norma. "Lo peor es durante la noche. Ahora hay más delincuencia, gente duerme al lado de nuestros puestos. Incluso hacen sus necesidades acá, y nosotros tenemos que limpiar todo cuando llegamos en la mañana", se quejan René y Marisol.
Por su parte, los clientes vienen aprovechar de los precios baratos. Sin embargo, ellos mismos encuentran el lugar desordenado y también denuncian un alza de la delincuencia.
Cuando los turistas llegan y comparan la plaza a sus ciudades de origen quedan sorprendidos de la situación actual frente al potencial estético de la Plaza Sotomayor.
Incluso la municipalidad parece haber abandonado el lugar, según los vendedores. "La relación con el municipio es a lo menos compleja. Parece que no tienen tiempo para escucharnos e implementar soluciones. Por ejemplo sería simple instalar una reja para que nadie venga dormir acá o robar durante la noche. Antes había un guardián pero lo retiraron", dijo René.
Por mientras, la convivencia entre los distintos vendedores parece desarrollarse en un status quo. Antonia y los otros vendedores ambulantes lo dicen de la misma manera: "A propósito de los demás vendedores, no les hago caso. No nos peleamos porque si no la municipalidad va a quitarnos el permiso".
Así, la Plaza Sotomayor y su meta de desarrollo cultural están desapareciendo.