Don Antonio Acevedo Hernández
Acevedo Hernández es pasta popular auténtica, viva y preciosa. Sin duda, es, íntegramente, la voz del hombre chileno puesta en cauce y tensión de poesía.
Don Antonio, como le llamamos con jubiloso acento, cediendo al don su categoría total, que, aquí, se renueva en dignidad, ganó, desde su primera comedia estrenada, "En el rancho", en 1912, el premio de los premios: el fervor de su pueblo.
Fue condecorado por esta invisible medalla de oro tierno y ningún otro escritor chileno podría disputar con él su calidad de Santo de Pueblos erguido en heroica actividad de profeta. Don Antonio vivió para hablar del chileno, para descubrirnos las esencias y los orígenes, para ayudarnos a ser nosotros mismos en el tráfago de todas las tentaciones.
Don Antonio prodiga, cotidianamente, la lección de una vocación labrada a golpes de sangre y de amor, la lección de una existencia que no mendigó, sino que en medio de su muy sagrada condición de estrechez, regaló caminos, banderas y experiencias, con la hermosa mano manirrota del pueblo chileno; mano, como la suya, extendida en vuelo de regalías, mercedes y canciones!
Ha sido el Apóstol del Teatro Nacional, nuestro sacrificado San Sebastián, herido y malherido por las saetas del desinterés y el desánimo. Acevedo Hernández, como autor, como guía y motor sentimental de esta empresa, nunca se tendió a descansar en la comodidad del cobarde y del blanco "dejar hacer" de otros; defendió su afán con dientes y uñas, creando siempre, bregando siempre por enaltecer la escena patria: su "Chañarcillo" concentra la virtud, la gracia y el hondor de su frente señera; no posee nuestro teatro escenas de mayor valencia y donaire que éstas de don Antonio, que lo sientan a la mesa de los definitivos creadores de América.
N.de la R.: Acevedo Hernández recibió hace 60 años el Premio Nacional de Arte (1954). Sabella, además señaló: Don Antonio, con su estampa clara de labriego de estrellas, merece este Premio y otros merecimientos más.