Los Napoletani dejaron su huella italiana en el desierto Familias con historia
emprendedores. Vicente de sólo 15 años se transformó en gran empresario y benefactor.
La historia de inmigrantes en Antofagasta está cruzada por la impronta que han dejado innumerables personalidades, entre las cuales hay que destacar la de un joven italiano que arribó a estas costas a la edad de 15 años. Nacido en la localidad de Lago Negro, frente a Sicilia, llega a estas tierras nortinas Vicente Genaro Napoletani Cosentino.
Su historia nos lleva al año 1936 cuando el barco, después de una larguísima e increíble travesía junto a otros inmigrantes italianos y españoles, lo dejara en Iquique. Al cabo de un año migró nuevamente, esta vez a Antofagasta para asentarse definitivamente en la Perla del Norte.
Acá, se enfrentó a un exigente desafío laboral, donde puso sus mejores capacidades para emprender el duro oficio de la zapatería. Su tío Oscar Andriola, quien tenía una tienda de calzado en la calle Matta y fuera el gestor de su venida a Chile, le ayudó en sus inicios.
La inquietud y capacidad de logro de Napoletani lo impulsaron a independizarse de su tío. Su primer hito fue atender las necesidades de los ingleses que trabajaban en el Ferrocarril de Antofagasta a Bolivia dando prueba de responsabilidad y creatividad.
Amor
Junto a él, su primer amor, Nelly Reyes, le acompañó para desde ese pequeño negocio ubicado en la calle Condell, donde él fabricaba su propio calzado y reparaba el de una clientela transversal diera, dar un salto importante que lo llevó a instalarse con la tienda "La Veneciana", donde vendía telas y géneros para las confecciones de la época.
Esta tienda, siempre ubicada en la calle Matta, hoy es un salón de belleza propiedad de su único hijo, Miguel Angel Napoletani Reyes.
Años más tarde, el entusiasta comerciante abriría la tienda Forli Calzature en la calle Prat y enseguida la tienda Pandora, ubicada en la misma arteria antofagastina.
Forli Calzature continúa hoy en su mismo rubro y con el mismo prestigio de otrora y en la actualidad pertenece a la sociedad Núñez Hermanos y Compañía Limitada.
Una vez consolidada su situación económica y sintiéndose ya plenamente integrado a la sociedad antofagastina, invitó a sus hermanos Salvador, Felice y a su hermana Rosa a instalarse a estas tierras de sol y caliche. Ellos también echaron raíces en la Perla del Norte.
Comerciante
La actividad comercial desplegada por este italiano que llegó a Chile siendo un adolescente y que realizó sus más caros anhelos en los tres cuartos de su vida en Chile fue notable. Fue de tal magnitud el esplendor que adquirieron las tiendas ya mencionadas y la reputación de éstas, que el propio embajador de Italia le condecoró en la década de los 60, según dijo su hijo Miguel Angel.
Napoletani no sólo brilló en el retail, también destacó por su aporte en cuanto a labores de beneficencia y del ámbito deportivo, lo que le hicieron acreedor al reconocimiento tanto de su clientela como de la comunidad.
Dentro de sus múltiples quehaceres podemos citar el haber dirigido la Sociedad Italiana, haber formado parte del Club Deportivo Germania, Audax Club Sportivo Italiano y haber sido presidente, durante muchos años, del entonces Regional Antofagasta (hoy Club Deportes Antofagasta). "Yo de fútbol no entiendo nada. Estoy en esto por Antofagasta", es una frase a la que recurría con frecuencia.
Periodistas deportivos de la época cuentan que cuando no había plata para pagar a los jugadores, Napoletani la ponía "de su bolsillo, incluso les daba vales para canjear por zapatos o ropa de la tienda".
Además, su hijo cuenta "fue uno de los principales impulsores del balneario Hornito, jugando un rol activo en la fundación del Club Hornito. Todavía recuerdo cuando siendo yo pequeño, me iba a buscar todos los sábados para irnos a pescar a Hornito. También recuerdo que al momento de egresar de la enseñanza media me dijo, Miguel vente a trabajar conmigo y al cabo de un año tendrás tu futuro asegurado", sostuvo.
Profesionales
Sin embargo, su respuesta fue "no papá, no soy comerciante y lo único que sé es que fiel a la promesa que le hiciera a mi madre, quiero tener un título profesional. El me ayudó y aceptó mi decisión. Hoy puedo decir con orgullo que de su descendencia, yo me titulé de ingeniero constructor civil y de mi progenie, todos han proseguido estudios profesionales", puntualizó orgulloso.
Sus hijos son Carla Andrea que es periodista, Miguel Angel es psicólogo y Romina Paz que es tecnóloga médica.
"Mi señora Carmen Ramírez Casali, también por el lado materno de sangre italiana, fue presidenta de la Sociedad Italiana y su tía Lucy Casali fue dama del Ancla. Todos, mis hijos, mi señora, mis nietos Sofía y Diego nos hemos, al igual que él, empampado acá en Antofagasta y nos sentimos profundamente comprometidos con este paisaje", dijo Miguel Angel Napoletani.
Carla Napoletani, quien tiene una vasta trayectoria en el mundo docente, se siente orgullosa de sus raíces. "Mi abuelo ansiaba que su primer nieto varón se llamara Vicente, pero primó el nombre Miguel Angel por la rama materna. Los únicos que estamos en Antofagasta somos los descendientes de Miguel Angel, porque los hijos de mis tíos emigraron a Alemania, a Italia y a otros puntos. Mi abuelo y mis tíos fallecieron relativamente jóvenes afectados por tabaquismo crónico", dijo.
Pese a que ninguna sacó la veta comerciante de Vicente, todos los Napoletani son destacados profesionales que aportan a la zona.