Los médicos, sin lugar a dudas, son los herederos de los brujos y machis de la tribu, y como tales disfrutan, aún, del prestigio que los pueblos otorgan a estos personajes tan especiales capaces de lidiar con los demonios en esa frontera difusa y precaria entre la vida y la muerte.
La isaprizacion de la salud, como todo el esfuerzo privatizador de la dictadura, atomizó el cuerpo social y dejó entregada la salud a una situación de mercado que se torna insostenible en su definición más básica. Esta privatización de la salud ha ido modificando la percepción de los ciudadanos respecto de quienes se desempeñan en esas áreas como los actores principales capaces de comunicarse con las fuerzas extrañas que quitan el dolor
A punta de asumir el lenguaje, propio del mercado, de clientes y prestadores de hablar de la industria de la salud estos actores empezaron a perder el prestigio que la sociedad les brindaba, casi automáticamente, por el acto mágico de vestir la chaqueta blanca y lucir un artefacto de curioso nombre en el pecho como paramento de identificación
Así el prestigio de médicos como Antonio Rendic fueron creciendo en la memoria con una fuerza muchas veces impulsada por la nostalgia de aquel que atendía sin distingos e incluso era capaz de llegar hasta nuestra casa llevando un maletín con la sabiduría que todos respetábamos sin preocuparse por el bono o preguntar por cuál era nuestra isapre.
Pero el tiempo y el modelo han hecho lo suyo y ya casi no existe ese, casi romántico, médico general de zona, capaz de ir al último lugar de nuestro territorio. Hoy seducidos por el éxito inmediato, medido en plata, de las cirugías estéticas y otras yerbas han capturado a muchos tras el éxito fácil dejando en un segundo plano el juramento hipocrático.
En ese contexto el reconocimiento que le ha entregado la ciudad al pediatra Pedro Ziede prende una luz de esperanza al reconocer en él las virtudes de aquellos que aun entienden la Medicina como una vocación de servicio.
Que sea profesor, además, de la Facultad de Medicina de la Universidad de Antofagasta permite esperar que sus alumnos asuman que ese camino aún es posible, toda vez que vivimos en la región más susceptible y afectada en temas de salud dado el ataque permanente de toda otra industria.