Los hechos que suceden cotidianamente son los que forman la historia. Día a día vamos incorporándolos, los más familiares a nuestra experiencia, los más trascendentales a la historia de la comunidad. Uno de estos hechos, simple en apariencia, acaecido hace ya ciento diez años, nos hace meditar; y me refiero a un nuevo aniversario desde su gloriosa fundación de Rotary , marcado en las hojas de Cronos el 23 de febrero de 1905.
Esta fecha nos llena de alegría, es celebrar la plantación de la semilla que crecería en un frondoso árbol de luz, pleno de brillantes frutos. Podemos con orgullo mirar su pasado, su gran labor solidaria cumplida en estos 110 años de existencia, que se ha extendido hacia el menesteroso, hacia el inválido, los desamparados, la sociedad, los hospitales, la comunidad, hacia la juventud.
Cada uno de los años transcurrido desde que Rotary levantara sus columnas de amor, ha sido pleno de realizaciones. Cada rotario que ha decorado o decora sus columnas, ha contribuido con su obra para que se llegue a estos días de júbilo. Largo sería enumerarlos a todos, largo sería el recuento de todo lo realizado. Dijo un pensador: "El hombre perdura no por su memoria, sino por sus obras", y que mejor obra que ésta, el Rotary.
Recordamos con gratitud y admiración a los fundadores de esta generosa institución, que eran constructores espirituales, iluminados por la purísima luz del servicio de "Dar de Sí, sin Pensar en Sí " - Paul Harris, abogado; Silvestre Schiele, comerciante en carbón; Hiram Shorey, sastre y Gustavo Oler, ingeniero de minas. Se reunieron ese 23 de febrero de 1905 en Chicago, Estados Unidos para fundar el primer Rotary Club del mundo.
Había elementos representativos de todas las actividades que, dejando de lado las diferencias políticas, sociales o religiosas, unían sus almas generosas en un decidido propósito de bien público para trabajar por una Humanidad feliz.
Esa gran lección de generosidad entregada porlos fundadores de Rotary, hace aproximar a los hombres en una amistad mutua y sincera, hace llegar intensamente al corazón de los humildes sin prejuicios doctrinarios o sociales; en suma, ser verdaderos hermanos de nuestros hermanos.