Acabamos de terminar un mal año para nuestro país en lo económico, un pobre crecimiento de sólo 1,8% sobre una economía de potencial 4,5% es una muy mala señal para miles de personas. Un bajo crecimiento de la economía a quienes más perjudica es a los sectores más desposeídos del país.
Para este año se proyecta un crecimiento algo mejor que el del año pasado, 2,7%, aún muy por debajo del potencial.
Las cifras de la última encuesta Casen dejan claro que el principal factor para la disminución de la pobreza es el crecimiento económico. Claro es también que se ha sido ineficiente en disminuir los niveles de desigualdad pero, ¿qué es más importante, disminuir la desigualdad o eliminar la pobreza? Creo que si pudiéramos erradicar la pobreza, tal vez poco nos preocuparía el tema de la desigualdad.
Ya es algo fuera de discusión que uno de los elementos que influye en la baja tasa de crecimiento de nuestra economía es el factor incertidumbre generado por la discusión política y los enormes cambios impulsados por el Gobierno en los últimos meses, los cuales, si bien están en buen camino, en la medida que no se concretan y se continúa discutiendo inhibe o posterga la inversión, la creación de nuevas empresas y la generación de empleo.
Hoy vemos como la denominada "clase política", aquella llamada a discutir y resolver serenamente, con inteligencia y mesura las distintas reformas a implementar, está envuelta en escándalos de todo orden. Denuncias y acusaciones que lamentablemente tienen asidero en la verdad y enlodan cada vez más a una clase dirigencial que ya no cuenta con credibilidad ciudadana. La nefasta relación de grupos económicos con sectores políticos, tras la compra de voluntades en que puedan beneficiarse mutuamente, ha emporcado el espacio de la discusión sana.
¿Cómo podremos confiar en una discusión con altura de miras y que apunte al bien nacional si aparentemente los que discuten responden a los intereses espurios de distintos grupos económicos? ¿Cómo podemos continuar ahora? La credibilidad ya desapareció.
Debemos detener esta farándula de acusaciones y exigir que los organismos que deben velar por la honradez del servicio público y privado investiguen y castiguen todo indicio de corrupción.
El esfuerzo para avanzar en el trabajo de las reformas, deberá hacerse más participativo, con la sociedad y los involucrados, no sólo por los que democráticamente habíamos delegado esta función, ya demostraron no estar a la altura.