Recordando a un ángel
En aquellas décadas, en las cuales nuestro Dr. Antonio Rendic se dedicó en cuerpo y alma a entregar todos sus conocimientos médicos en pro de la sanación de sus humildes pacientes, no deben ser fácilmente olvidadas. Y más aún que, actualmente, coexisten en el conglomerado de personas de toda edad, que obtuvieron salud, tanto física como espiritual, el endeleble recuerdo de su personalidad -rayan en la más hermosa humildad- el deseo de su posible y muy merecida "canonización" por la extraordinaria entrega para con sus semejantes en este tan ajetreado mundo.
El Dr. Antonio Rendic fue un ser extremadamente espiritual. Dado el hecho que siempre cautivó a "sus pacientes" con un trato muy cercano a su fama angelical de ver en ellos algo más que los enfermos de cada día. Entregaba con verdadero cariño todo aquello que precisaban para su sanación. Ejemplo es que cuando llegaban hasta su consulta de calle Latorre signada con el número 2406, en plena esquina de Maipú, empezaba a derramarse sobre ellos - como de un manantial de lo imposible- toda la sabiduría médica que tanto ansiaban para sí. Y era precisamente que nuestro buen Dr. Rendic influía enormemente sobre ese ser y lo ayudaba a sacarse, él mismo, los males que lo aquejaban. Porque don Antonio Rendic tenía el gran mérito de leernos el alma, como si fuéramos un espejo visceral de nosotros mismos al acudir a él.
Existen tantas personas que así fueron tratadas por nuestro muy buen Doctor, que caeríamos en la demasía, al dar así cita de su acentuada amabilidad, cosa que él la realizó sin dar mayores muestras de estar efectuando algo extraordinario con sus dilectos pacientes.
Hubo casos que escapan al común denominador de lo que es la medicina tradicional. En especial "cuando el Dr. Rendic quebraba el empacho" en los pequeños (por lo general eran guagüitas) a las que les aquejaba tan terrible dolencia por alimentación equivocada con ellos. Y objetivamente, las madres lo imaginaban como un milagro y eran tantos los casos de "verdaderas curas milagrosas" realizadas por don Antonio que el paradigma de éstos llegó a ser un "eslabón aurífero" de atribuciones durante la estadía del buen doctor entre nosotros.
Así y todo son tantos casos que él trató con un esmero de sus conocimientos médicos que, sencillamente, sería imposible enumerarlos todos. Sólo nos queda recordarlo como lo que fue y continuar considerándolo un ángel en la tierra y ojalá, muy pronto, un santo en los altares, atento a nuestras penas y súplicas.