Carne de Perra y sus efectos en el lector
H e aquí la verdadera literatura de horror chilena. Lo escrito por Diamela Eltit, Roberto Bolaño, José Miguel Varas, Germán Marín o Nona Fernández nos dejan fríos si comparamos con la brutalidad de esta novela breve, más cercana al género testimonial y a los escritos de Luz Arce o de la Flaca Alejandra.
Su autora es Fátima Sime, quién irrumpe en la tradición literaria nacional plagada de simbologías, metáforas, sinécdoques para hablar del daño que produjo en la población la política institucional de la violencia en nuestro país.
En este caso la escritora, quién es matrona de profesión, dio a luz una obra que ha remecido tanto a los lectores comunes como a la academia tras llevar a cabo un trabajo psicoanalítico e investigar los efectos que tienen en las víctimas el encierro, la tortura física, psicológica y la reconstrucción de un universo íntimo que puede permitir la delación, el colaboracionismo e incluso el amor entre víctima y victimario.
La protagonista de esta novela de ficción, que por su verosimilitud nos confunde a ratos, haciéndonos buscar guiños en la historia nacional, es María Rosa Santiago, enfermera universitaria, vinculada al Mir, quién se ve involucrada en un crimen político tras volverse la amada de su torturador Emilio Krank.
El relato nos hace angustiarnos con la reclusión, las escenas perversas, la manipulación y la agresión verbal, nos produce como lectores un efecto casi orgánico que vuelve este texto imborrable y que remueve la memoria. Las voces que se intercalan y los saltos espacio-temporales nos permiten viajar desde los ochentas al período de retorno de los exiliados nacionales, nos llevan a las fiestas y celebraciones de aquellos que actuaban en la sombra creyendo estar haciendo un bien al país.
Escuchamos los discursos de intelectuales y profesionales civiles que se hacen parte de esta política del daño mientras la música suena fuerte y la televisión construye una realidad sucedánea. Llegamos a respirar el aire de aquella época y volvemos a resignificar los lugares de la capital.
Nos enfermamos junto con la protagonista y deseamos que los hechos sean ficción, pero no hay vuelta, son tan miméticos y reales que nos hacen querer saltarnos aquel capítulo fatídico de nuestra historia nacional.
María Constanza Castro M.
Académica Escuela
de Periodismo UCN
Máster en Literatura.