Atentos a la letra chica
Luego de la expectación por las palabras de la Presidenta Michelle Bachelet que darían cuenta del informe de la tan llamada Comisión Engel, se aprecian sentimientos encontrados entre la ciudadanía, aspecto fácilmente palpable en los medios y redes sociales. Este contexto político constituye un fenómeno que podría ser visto desde múltiples dimensiones, pues por lo de pronto habría que analizar el documento original y la constitución de la comisión propiamente tal y su validación en el discurso academicista, para luego entrar de lleno a la inspección del discurso.
En comunicación estratégica, bien es sabido que una cosa es el paquete de atributos y expectativas que se forman los públicos, y otra muy diferente es lo proyectado por las organizaciones, en este caso, el gobierno. A este fenómeno, el comunicólogo canadiense René Jean Ravault lo llama 'las expectativas anticipadas del receptor', donde un buen comunicador debería estar al tanto de las esperanzas de sus audiencias. Razón por la cual, el secretismo o el silencio son pésimas estrategias de comunicación y vinculación política.
Desde una perspectiva política, tanto el discurso de la Mandataria como el informe de la Comisión cumplen con las lógicas de lo que en teoría se ha avanzado sobre 'fiscalización política vertical', es decir, la libertad que tiene la sociedad civil de exigir exámenes de probidad a las instituciones del Estado. Desde los gobiernos democráticos en adelante, el Estado sólo venía desarrollando muestras de transparencia sobre todo en el caso de los derechos humanos, pero no fiscalizando propiamente tal a través de dar sanciones a quienes infrinjan la ley.
Sin embargo, hay tres aspectos que como sociedad empoderada nos preocupa: (1) el financiamiento público de los partidos, porque ¿de dónde vendrán los recursos y quiénes vamos a pagar esto, la estrujada clase media?; (2) que los problemas se solucionen con más burocracia, creando un monstruoso aparato estatal y no la eficiencia de éste, como ya lo vemos en el aumento de parlamentarios/as a través del fin del binominal; y (3) la inexistencia de políticas públicas claras de descentralización que potencien el desarrollo de partidos locales/regionales.
No vaya ser cosa que nos pasen un 'gol de media cancha' y la clase política desprestigiada se fortalezcan aún más como un virus malsano que termine por justificar su permanencia per secula seculorum y nosotros/as pagando su estilo de vida sofisticado.