Antonio Rendic, un médico poeta
"Muere la tarde bajo un cielo rosa./ Corre el viento en puntillas. Calla el mar./ Y un frufrú de alas rotas en el alma/ nos dice de algo nuestro que se va./ (Pág. 157 de "500 Poetas Latinoamericanos", Alfonso Larrahona K. , Valparaíso 1992). El breve poema nos trae al recuerdo la figura del doctor Antonio Rendic, una de las personalidades más prestigiosas de Antofagasta, no sólo por su generosa y dilatada vida al servicio a la medicina sino por su relevante contribución a las letras del Norte donde descuella su seudónimo de Ivo Serge.
Sus "Obras escogidas" (Universidad Católica del Norte, Antofagasta, 1990), reúnen lo más selecto de sus cuarenta y cuatro volúmenes poéticos, desde "Renglones Íntimos" (1930) hasta "Soledad" (1982). Alabamos también aquí el criterio selectivo, junto al acopio bibliográfico y el estudio crítico del catedrático Osvaldo Maya, que precede al poemario acerca de la poesía de Ivo Serge (pág.3.a 19), que permite formarnos una cabal idea del valioso aporte del médico-poeta a la vida antofagastina.
Asombra la vasta obra de este vate nonagenario, a quien tuve el honor de conocer en su activa y fecunda longevidad, que aún le permitía mantener su estudio y escribir en El Mercurio de Antofagasta. Nacido en 1896 en la exYugoslavia, es un verdadero monumento viviente en la Perla del Norte. En su libro "Pioneros y Emigrantes" (1969) canta a la tierra natal.
"Solar de mi niñez en tu ribera/ que emerge de entre velos de alba bruma,/ el viento es música, un rosal la espuma/ y el paisaje encantado, una quimera." (Yugoslavia, pag. 274) y a renglón seguido otros dos poemas: "Engastada en el mar como un brillante,/ Brac, mi terruño, que al Edén imita…" (Brac) "Patria mía, solar de mis mayores/ en un recodo de la mar, perdida,/ eres trozo de Tierra Prometida/ rodeado de viñedos y de flores." (Sutivan).
Imaginemos cuánto habrá sangrado su espíritu durante la última guerra de los Balcanes y seguramente nuevos poemas brotarán de su estro iluminado y transhumante, pero si grande es su amor por ella, no menos grande no lo es menos el que siente por su tierra adoptiva. Lo confirman algunos títulos de sus obras: "Yuyos y algas" (1956), "Música de Grillos" (1959) , donde aparece "Nortino soy", cuya estrofa final proclama "Soy nortino, por cierto. Mi tierra es este trozo/ de pampa milenaria entre el Andes y el mar./ Soy minero y pampino, ¡qué orgulloso me siento! / Otro rincón como éste no encontraréis jamás" (pág,148 - 149). Otros títulos son "Por las rutas del desierto" (1961), "Brisa y sol"(1962), "Quiscos y tamarugos" (1963), "Pampa y mar de Antofagasta "(1963), etc.
"¡Gloria a ti! Gloria a ti, Antofagasta,/ tierra de hombres de esfuerzo y vigor/ la de brisas templadas,/ mar de ensueños y embrujos de sol"(pág.38). Estos son los versos iniciales del "Himno de Antofagasta", que recibiera el Premio Municipal en 1937-y publicado más tarde en "El alma del terruño" (1940).
A estos dos amores manifestados en múltiples poemas se une la gran devoción cristiana, expresada en páginas y páginas de sonetos, pero sobre todo vivida día a día en su apostolado de médico, mereciéndole numerosos premios y distinciones; "Comendador de la Orden Papal de San Silvestre", en 1963: "Medalla de Oro por servicios distinguidos" del Gobierno de Chile, en 1971; "Caballero del Ancla" e "Hiijo Ilustre de Antofagasta" y cinco Premios Municipales por su obra literaria.
N. de la R: artículo publicado en El Mercurio de Valparaíso, el 3 de octubre de 1992.