"Nos organizamos durante todo un mes. Lo mantuvimos en secreto. El día que nos tomamos el terreno, llegamos a las 5 de la mañana. Las mujeres cavaron y los hombres pusimos las estacas para después instalar las mallas. Cuando llegó carabineros y nos preguntó 'qué es esto', les respondimos que era una toma de 70 familias. Si no hay solución del Gobierno, la gente tiene que buscar su propia solución", dice Guido Cortés, el organizador de los campamentos 'Moisés' e 'Israel', que en total agrupan a 120 familias.
En marzo, poco antes de las lluvias, se instaló el campamento 'Moisés'. Después que resistieron el aguacero, su ejemplo fue tomado por otro grupo de allegados que fundó unos metros más al norte el campamento 'Israel' (50 familias).
"alcalde"
Ambas tomas fueron organizadas por Guido, quien las oficia como una especie de 'alcalde' de los caseríos. "La gente estaba cansada de esperar. Esto lo aprendimos de nuestros hermanos colombianos. Ellos no tenían dónde vivir, así que se hicieron sus casas. A muchos de nosotros nos daba vergüenza vivir en una toma, pero ahora queremos poblar este cerro que estaba abandonado, sembrarlo con huertas e incluso tener energía eólica".
En la mayoría de los últimos campamentos hay una característica común. Están formados por vecinos de poblaciones cercanas a los sitios tomados. "Nosotros vimos este espacio por años y años botado, llenándose de basura. Acá incluso quemaron a una mujer. Se supone que debería ser un área verde, pero nunca han plantado algo", explica Giovanny Araya, presidente del campamento 'Altos de Sucre', en la intersección de la calle del mismo nombre con la avenida Alberto Hurtado. Ahí ahora viven 21 familias.
"Lo que queremos es algún día poder comprar este espacio. No pedimos que nos regalen nada, sino que nos den un precio justo por esto", recalca Giovanny.
Su campamento llama la atención por su nivel organizativo. Los pobladores reunieron dinero para comprar materiales y arrendar una máquina que emparejó el terreno. Actualmente viven en carpas mientras levantan sus mediaguas, pero ya tienen el frontis instalado.
Detrás de 'Altos de Sucre', en la misma falda del cerro, se levanta la toma 'Sueños de Chilenos' de alrededor de 30 familias. "Al final Antofagasta empezó como una toma, si esto es puro desierto. ¿No cree usted que tenemos derecho a vivir aquí?", reflexiona una vecina.
El salto
Pero uno de los campamentos que tiene más preocupado a las autoridades es el 'Salto a la esperanza', ubicado en Avenida Padre Hurtado entre calles Quito y Persa. En esa zona hay unas 150 familias que se instalaron en bandejones cercanos a la transitada vía y bajo torres de alta tensión. Según los vecinos, los terrenos pertenecen al Estado y están destinados a áreas verdes, pero "de verde no tienen nada". Durante años han sido ocupados como estacionamientos de empresas, hasta que en la madrugada del domingo recién pasado, los vecinos decidieron tomárselos. "Vimos que personas de otros lados querían instalarse aquí, así que tuvimos que hacerlo antes. Y si nos echan, nos metemos de nuevo", asegura Clara Godoy, presidenta del asentamiento.
más tomas
Milko Zenteno, director regional de Techo, explica que en el catastro efectuado en octubre por la institución en Antofagasta, se contabilizaron 24 campamentos con 1.200 familias. En marzo se hizo un último catastro y los campamentos habían subido a 34, con 1.600 familias. Desde esa fecha hasta ahora han surgido 5 campamentos más, es decir que ya vamos en 39.
Para Zenteno el gobierno más que preguntarse por qué están creciendo los campamentos, debería concentrarse en las soluciones, como "tener un subsidio diferenciado y propuestas para las constructoras acordes a nuestra realidad regional".
El director regional de la ONG agrega que la gente cree que se va a tener una respuesta más rápida por vivir en un campamento, pero no es así. "Tenemos campamentos emblemáticos que llevan 30 años".