La señora Teresa Henríquez está indignada apuntando una cámara de desagüe que hay afuera de su casa del condominio El Ancla, ubicado detrás del Cementerio General y una de las últimas viviendas sociales que entregó el Serviu en Antofagasta.
Ella, al igual que las 95 familias que viven allí, luchó para tener la casa desde la toma Aurora Esperanza hace siete años. Hoy ya puede descansar bajo un techo junto a sus familiares.
"En el campamento teníamos baño de pozo no más. Pasamos Navidad, Año Nuevo sin luz y comprábamos agua, tirando con una manguera. Todo lo conseguimos de a poco. Luchamos mucho por estas casas", recuerda Teresa.
Un niño se pasea entre sus piernas y cuenta que "esto nunca ha sido un condominio, no tenemos derecho a nada, nos cobran todo, y acá la gente no trabaja en la Escondida".
Pese a esto, los vecinos que se unen a la conversación, valoran el hecho de tener un hogar donde cobijarse del frío y de haber salido de los campamentos. Rescatan la seguridad que tienen ahora.
Y Teresa insiste con que "no vamos a permitir que le vendan drogas a nuestros niños acá".
Casas pequeñas
Su opinión se contrasta, porque al olor del desagüe se suma al humo de marihuana. Su vecino Yeris Leyton (40) relata que "se fuman su pitito, pero nada más allá de eso. Usted sabe que eso ahora es común, pero más allá de eso nada".
El hombre está indignado con el problema del desagüe. "No sé si vivir bien es no poder ducharte o no poder tirar la cadena, porque se sale excremento por abajo. Entonces vives bien entre comillas", expresa Yeris.
"A la gente que están en campamentos les digo que sigan luchando y, que si les van a dar la vivienda, que no hagan lo mismo que acá. Esto es un condominio en los papeles, pero si tú ves la realidad no es así. Esa es una maldad para hacerlo particular y ellos después se lavan las manos", expresa el hombre.
La señora Margarita Fuentes (63) encabezó la batalla por estas casas y aclara que sin el apoyo de 'Un Techo para Chile' habría sido imposible, pues ellos les ayudaron a concretar el proyecto con el que consiguieron sus viviendas.
Patios
En la calle, la mujer cuenta que fueron cinco años de lucha. Hubo alegría al principio, pero luego todo se volvió gris. "Vimos que los patios eran muy pequeños y no habían lugares para que jueguen los niños y no podemos tenerlos ahí encerrados", cuenta.
La mujer toma un respiro y habla de la gente que hoy vive en los 39 campamentos de Antofagasta. Les dice con fuerza: "Nunca postulen como condominio, porque si una persona no paga agua todos tenemos que pagar. Si se rompe una cañería nos dicen que no pueden venir a ayudar porque son condominios".
Debajo de su vivienda, en la entrada del condominio, vive Carolina Ruiz (30), quien llegó hace seis años junto a su esposo y dos hijos.
"Hemos tenido varios problemas por el hecho que aún no nos entregan los títulos de las casas. Han ido al Serviu, a hablar con la alcaldesa y no hay solución", dice Carolina en la puerta de su casa. Y luego repite la frase recurrente de estos vecinos: "Esto no es un condominio".