En Antofagasta nadie dejó de celebrar primer logro continental
copa américa. Gritos, cánticos, paseos en vehículos y banderas al viento, dieron gran movimiento a la noche en toda la ciudad.
"¡Ahora puedo morir tranquilo!" fue una de las frases más recurrentes en la Plaza Sotomayor una vez que finalizó la tanda de penales del partido Chile-Argentina.
Ello, porque se trató de la final de la Copa América 2015, que nos tocó organizar con la última oportunidad en 99 años de ganar algo, justo antes de comience una nueva ronda centenaria.
Fueron 120 minutos, por el alargue tras el 0-0 del lance, vistos en pantalla de TV gigante dentro de una gran "marea roja" que tiñó completamente la losa del recinto público.
Los números indican que fueron seis ocasiones rojas contra dos albicelestes, que hicieron vibrar a los miles de televidentes allí reunidos.
Por no eso no extrañó escuchar los reiterados ceacheí, acompañados de saltos y cánticos que, a medida que se daban las acciones, eran cada vez más fuertes.
himno nacional
Hubo momentos emotivos, porque el himno nacional fue entonado varias veces, al comenzar y terminar el pleito. También se escuchó en el entretiempo reglamentario y a la mitad de la media hora agregada, cuando parecía que venía el gol de la Roja.
Los gritos, como "¡El que no saltan es argentino m..!", y "¡Uuuuuuh!", cada vez que Chile parecía marcar la diferencia en el arco transandino.
Al terminar los primeros 45 minutos, desde un balcón central de la plaza un individuo volcó hacia él todas las miradas debido a su espectacular movimiento de cumbianchero.
Lo mejor es que el balcón vecino, en los altos del restorán La Yugoslava, una mujer salió para acompañar al bailarín en la danza popular, que enloqueció a la hinchada.
gran celebración
Al consagrarse Chile campeón, llegaron los gritos ensordecedores y los abrazos aunque nadie se conociera entre si. No podía ser de otra manera, porque un título de esa envergadura nos motivaba por primera vez en casi un siglo.
Petardos, champaña y cerveza al aire fue una lluvia de bienvenida para tan importante logro.
Como los vehículos no pudieron ingresar a las calles principales, sus bocinazos se escuchaban igual como campanadas de triunfo.
La fiesta siguió toda la noche y, como dijo Luis Álamos, "Hoy, el té sabe más dulce y el pan más sabroso y crujiente".