Sabella y el mar
Andrés Sabella -el poeta y periodista del norte- el autor de tantos bellos libros, siente una profunda devoción por el océano chileno.
Lo expresa con meridiana claridad y entusiasmo en el artículo "El mar de Chile" con el cual obtuvo, en 1953, el premio único en el concurso a que se convocó a todos los periodistas del país.
En él leemos: "Si debiésemos componer una antología de Chile, no utilizaríamos las páginas de su literatura, sino que las hermosísimas hojas del mar que lo acaricia: nuestro mar de resonancias y heroísmos, donde el caracol de las mitologías y leyendas canta su inmarchitable tentación de lejanías".
Para el poeta-autor de El mar tiene veinte años, "Lo magnífico de nuestra patria no aletea por sus aires: ondula, salta y retumba en sus aguas". Y esto lo sabemos desde niños todos los que hemos vivido o vivimos junto al mar.
Sabella recuerda, en ese artículo, la tarde aquella en que lo aceptaron como cadete de la Escuela Naval, cuando en una silenciosa taberna antofagastina le tatuaron una hélice de cuatro aspas en el brazo y luego, cuando fuera ungido miembro de la Hermandad de la Costa.
Para él, Chile es nuestro mar. Cuando era guardiamarina estuvo de paso en Tomé y se maravilló con su paisaje y las faenas del mar.
Una larga enfermedad lo mantiene en cama muchos días: "Permanecí entre sábanas seis meses y veinticuatro días, lo suficiente para perder el juicio. Pero no lo perdí, porque ya lo había perdido", nos dice, dándose valor, a fines de abril de 1982.
Y así fue. Sabella no llegó. Los poetas lo esperaron en vano. Pero llegó su palabra cálida y fraterna: "El mar de Chile ha sido y es una extensión de paz, un mar de poesía, un obrero de nuestra grandeza, fuente viva de sustento".
El lenguaje fino y admirable trasuntaba una profunda sensibilidad y era como desembarcar las algarabías del océano.
Sentimos que el mar del norte, el de Sabella, estaba con nosotros, en el oleaje de su palabra y que éramos todos uno con el mar chileno.