Cuando era un adolescente, el escritor argentino Fabían Casas llegó hasta la librería del poeta Juan Luis Martínez, en Viña del Mar, con el fin de conseguir una edición de "La Nueva Novela". Terminó alojando en su hogar por dos días. "El tipo fue encantador", recuerda ahora en un café de Buenos Aires. "Comimos y hablamos de poesía".
Esa experiencia marcó a fuego a un autor que comenzaría a destacar como poeta, narrador (con obras influyentes como "Ocio" y "Los Lemmings y otros relatos"), guionista (es responsable de la internacionalmente premiada "Jauja", dirigida por Lisandro Alonso y protagonizada por Viggo Mortensen) y periodista, oficio que abandonó definitivamente el año pasado. Es justamente ese universo de rutinas y trabajo colectivo en oficinas de redacción el que funciona como núcleo de su nuevo libro: "Titanes del Coco" (Emecé), centrado en un joven periodista que debe investigar sobre un inspector esotérico que está involucrado en un caso de suicidio y secuestro de alumnas. Pero limitarla a eso sería como afirmar que "El Ciudadano Kane" no es más que la historia de un tipo que tiene un diario. Casas expande la mirada, vuela hacia otras historias, fragmenta su universo, conecta cuentos relatados por distintos narradores e incluye un delirante ensayo sobre el arte de trepar a los techos. Todo esto con múltiples referencias a la cultura pop (de Spinetta a Ginsberg, pasando por Kiss) y con una agudeza que nunca deviene en sátira fácil.
"Ahí estábamos, como hormigas en sus cubículos", observa el protagonista cuando descubre que el gerente del diario, Ricardo Robinson, observa a la redacción desde un panóptico. "Trajinando los pasillos, fumando, escribiendo, seduciéndonos, odiándonos, benditos y malditos todos nosotros, esas causas perdidas que dan alimento a gente como Robinson".
"Tomé inspiración de todos mis años en los medios conviviendo con otros periodistas", señala Casas. "Pero el libro está marcado por varias líneas de relato. Hay una parte en la redacción, otra que se relaciona con este preceptor satánico y una tercera dedicada a trepar hacia los techos. Durante una década fui trabajando cuentos que no tenían relación entre sí. A lo largo de los años me di cuenta de que si los mirabas de una manera lineal era imposible ensamblarlos, pero si los contemplabas como una constelación, cada uno de los relatos parecían más inquietantes y podían conectarse. Aunque no tengan una linealidad, están trabajando todos en una misma construcción. Yo los veo como relatos que en suma pueden convertirse en una novela".
Vivas y llenas de musicalidad, las 32 piezas narrativas que componen el libro chocan, se complementan y a ratos exploran los territorios de la fantasía como si la literatura fuese un proceso alquímico que se nutre de nuestros recuerdos.
"El libro está construido de cosas que fui viviendo o escuchando. También tiene una cosa medio esotérica, ya que posee un mensaje para cuatro personas que nunca volví a ver. Ellos van a leerlo en otra clave, porque la experiencia que tuvimos está metida en este libro. Hay un poema de Ezra Pound que dice "reúno estas palabras para cuatro personas, oh mundo, lo siento por vos, no conocés a esas cuatro personas". Y tiene algo que ver con eso. A pesar de que fui descubriendo cosas sin saber que iba a descubrirlas, porque el libro te va conociendo a vos mientras vos vas conociendo el libro, me preguntaba "¿qué habrá sido de esa persona que vivió conmigo?". Entonces lo traigo en el libro. O me enteré de tal persona que murió. ¿Cómo habrá sido? Y lo incluyo. Hay un preceptor que fue mi preceptor. ¿Que fue de él? Y aquí esta de vuelta, ficcionado, momificado".
AMIGO IDEAL, UN FRAUDE
El personaje central de "Los Titanes del Coco" es Andrés Stella, alter ego de Casas y protagonista de "Ocio" (2000).
"No es un héroe", remarca el autor. "Quería que tuviera todo lo bueno y lo malo de una persona real. Las personas ideales son insostenibles. Cuando te enamoras de alguien ideal, siempre fracasa. Un amigo ideal te defrauda en diez segundos. Al amigo real, a la persona que vos amás, la amás de otra manera y podés sobrellevarla en el tiempo. El tiempo tiene la desgracia de tener que utilizarnos para poder volverse visible. Nos usa y nos destruye. Entonces hay que entender a los seres queridos de una manera real y no ideal. Aquí no hay personajes estereotipados. El gerente del diario no es malo y el periodista no es un vanguardista bueno. Para mí esas pavadas no existen. En la vida está todo mezclado. Es una bolsa de caramelos surtidos".
-En el fragmento "La aparición de la novia" presentas a los personajes a través de un casamiento. Me recuerda a una escena de "El francotirador", de Michael Cimino.
-Qué grande que es esa película. Y puede ser. Aunque esa parte está más bien basada en mi fanatismo por Tolstoi. Él describe mucho las fiestas sociales y me daban ganas de escribir sobre ellas. Yo padezco mucho de ir a un casamiento, es un ritual aburrido, sabes que lo vas a pasar pésimo. Los de hoy están todos pauteados. Hay una especie de falsa épica, hasta la locura del novio que se pone la corbata en la cabeza está programada. Son horribles.
-Y muy habituales dentro del grupo etario que ahora describes. Hay un salto hacia personajes que han entrado a la adultez.
-Sí. "Los Lemmings" tenía que ver con la infancia. "Ocio" se instalaba en ese estado impreciso en el que no sos ni adulto ni joven. Y "Titanes del Coco" es la madurez, la entrada al infierno. El adulto sabe que la vida es un infierno, que no hay ninguna posibilidad de buen final y tenés que tener una vida espiritual para soportar eso.
-Tu prosa está llena de pequeños detalles, juegos, referencias. ¿Cómo enfrentas ese proceso?
-Yo trabajo como un soldador. Eso lo aprendí desde chiquito. Vengo de una casa humilde donde no había diferencia entre cultura alta y cultura baja. Mi papá hacía teatro independiente, pero también venían a casa sus amigos que no tenían nada que ver con eso. Cosas que leo o escucho se vuelven vitales. Si cumplen con el requisito de ser vitales, las uso en el texto. No me interesa marcar que sé, sólo forma parte de mi experiencia. Trato que la prosa sea vital. Que no sea ni culta ni esté bajo el paraguas de alguna ideología. Está en riesgo de volverse estúpida si se quiere, pero en ese ritmo se transforma en vital. Ahora, yo me siento más lector que escritor. Leo todo el tiempo y escribo muy poco; cuando siento una musiquita voy y escribo. Si no la siento, no hago nada. A veces lo hago durante un mes completo y luego no escribo en un año. Soy un escritor muy irregular.
-"Jauja" fue todo un logro. ¿Estás pensando en escribir un nuevo guión?
-Sí. Estoy escribiendo para Lisandro Alonso otra vez. No sabemos lo que va a pasar, como siempre. Nunca supimos lo que pasaría con "Jauja" y menos que se uniría Viggo Mortensen, que es mi amigo. Somos los dos hinchas de San Lorenzo. Lisandro quiere hacer ahora una película que pasa en el siglo pasado, en Brasil, y quiero poner ahí a un equipo de jugadores. Lo que salga de ahí ya veremos. Me encanta trabajar para cine. Me gustan más las experiencias colectivas que las individuales. Siempre el logro colectivo supera al logro personal. Cuando San Lorenzo sale campeón es para mí mucho más importante que ganar un premio literario. Además, puedo festejar con los chicos de la barra.
casas Estudió Filosofía y comenzó como periodista en el diario Clarín, a comienzos de los 90,
Por Andrés Nazarala,
desde Buenos Aires
"El libro está marcado por varias líneas de relato. Hay una en la redacción , otra que se relaciona con este preceptor satánico y una tercera dedicada a trepar hacia los techos".