Nueva promesa de la literatura chilena
Google es responsable del interesante sitio Cultural Institute, una constelación de galerías que recopilan muestras de museos y archivos de todo el mundo, además de acoger colecciones subidas por los usuarios. Entre ellas, destaca "Cake? Cake!", una reciente exposición virtual cuyo fin es explorar la historia y los significados que tienen las tortas a través del tiempo y las distintas culturas. También señalan celebraciones tradicionales antiguas -retratadas en pinturas- y otras más contemporáneas, como una torta del 2012. Buceando por otras galerías también se puede visitar el Museo de la historia del Computador, con piezas fotográficas del Pong, de los primeros minicomputadores, un ábaco de 1950 y el Apple II de 1977, entre otras interesantes piezas de colección. Al buscar imágenes de Chile, se puede ver la preparación de un típico curanto al hoyo de Calbuco, fotos del terremoto de 1960 y un huaso al que llaman "Chilean Cowboy".
La lógica periodística indica que hay que escribir de lo que se impone, que es lo mismo que hablar de lo hablable en la corriente avasalladora de lo dado por sabido. Y de lo que no podemos sustraernos es de la festividad patriótica. Me carga el tema porque soy un odiador militante del Chile festivo institucional, de ese sistema de identidades que se desgrana en varias posibilidades de realización, casi todas despreciables. El Chile de los políticos, el Chile de los empresarios, el Chile del carrete, el Chile cultural, el Chile farandulero, el Chile de las viejas Julias, el Chile flaite, etc. Cuál de todos más arrogante. Uno no cabe en ninguno. ¿Cuál es el Chile que a uno le corresponde o el Chile que podría completar ese archivo incompleto de la chilenidad?
Alguna vez tuvimos la utopía de creer que el Chile provinciano nos serviría para recuperar una supuesta patria perdida, pero nos equivocamos rotundamente; imaginábamos que ese país podría reemplazar al otro, al oficial, pero no; peor aún, lo imitaba, lo trataba de reproducir. En lo personal, en la mitad del año se me acaba el país y ya no lo soporto, por eso se me hace tan desagradable la celebración festiva. El problema de esta festividad es que Chile se odia a sí mismo, no se soporta, es decir, no se asume en su diversidad problemática. Vivimos con la ilusión de la unidad. Este país está desintegrado, sin tener conciencia de ello.
Uno de los efectos más deplorables de la fecha se produce en los terminales de buses y me imagino que en las ramadas, espacios siniestros de negatividad que sólo alcancé a padecer cuando era niño, siendo testigo de pendencias, cuchilladas y vómitos. He visto que los medios televisivos promueven unas FFPP más blandas, centradas en la gastronomía y en el bailongo distractivo, y en una supuesta chilenidad que puede estar representada en un alcohólico arrogante o en un pie de cueca patético, como una impostura radical de una identidad forzosa.
Esta mala imagen que tengo de mi patria trato de disiparla o diluirla viviendo en lugares remotos, porque lamentablemente no puedo abandonar el territorio nacional por un tema de familia. Tengo la sensación de que fuera de las ciudades se padece menos el efecto nacional; eso es dudoso y lo sé, por el efecto omnipresente de la fiestoca, pero siempre está la ilusión de perderse en un bosque o en una montaña y no ver a nadie, porque el Chile sin chilenos es hermoso. Yo creo que es nuestra oligarquía la culpable de que seamos algo tan poco amable para nosotros mismos. Sí, porque el modelo abusivo se basa, sobre todo, en el más profundo desprecio contra el otro. El relato delirante y la violencia criminal que provoca el consumo alcohólico en esta celebración, es el resumen de una negatividad y de un odio, y el ajuste de cuentas posterior, que producen un paisaje espiritual (cultural) devastado; eso me hace tan apátrida.
Entonces, esta celebración dieciochera es, para mí, la institucionalización de un festín-tomatera autodestructivo, cuyo objetivo es desviar el deseo de la gente y lanzar su agresividad contra sí misma. Puede que haya imágenes más bucólicas, como la del niño elevando un volantín, acompañado de un padre posible, o una familia compartiendo esa gastronomía carnívora de choripanes y pebre, sólo de día claro; porque la noche le pertenece a los borrachos y sus patología criminales. Obviamente estamos exagerando, es un efecto ficcional.
Una insólita iniciativa es la que se implementó en junio en Cluj-Napoca, una ciudad ubicada del noroeste de Rumania: liberar de cobro de pasaje a quienes lean en el transporte público durante el trayecto. La medida fue propuesta al alcalde por Victor Miron, un letrado ciudadano que logró establecer este interesante medio de fomento de la lectura que podría ser replicado en otras ciudades. ¿Y en Chile?
El revisionismo que en el último tiempo ha generado Pablo Escobar y los años más oscuros del narcotráfico colombiano cuentan ahora con un documento clave: el libro "Los días del dragón" (Sello Carácter) revela la correspondencia entre la periodista Silvia María Hoyos y el narcotraficante, quien le escribía desde la cárcel.
Sobrina del asesinado procurador general Carlos Mauro Hoyos, la autora necesitaba comprender los motivos de la violencia generada por el capo. Para su sorpresa, él le respondió todas las misivas y profundizó en aspectos íntimos sobre su vida.
Demostrando que la farándula puede alcanzar los territorios de la cultura, la teleserie que han protagonizado Mario Vargas Llosa e Isabel Preysler cuenta ahora con un capítulo importante: en la última edición de la revista española "¡Hola!" presentan públicamente su relación, posando sonrientes en la portada. "Estamos muy seguros de lo que hemos hecho", asegura la diva. "Es verdad que nos hemos hecho inseparables, y no queremos perder ni un minuto". La revista describe también las vestimentas que usaron para asistir a una fiesta que organizó la empresa Porcelanosa en Nueva York.
Esto coincide con un nuevo logro para el escritor peruano, quien fue investido doctor Honoris Causa por la Universidad de Salamanca el viernes pasado en una ceremonia solemne que, según el antiguo ceremonial, se realiza en latín.
"Qué vergüenza" (Editorial Hueders) se llama el libro de relatos de Paulina Flores, ganadora del premio Roberto Bolaño 2014 y licenciada en Literatura en la Universidad de Chile. Centrados en la pobreza, la cesantía y la infancia, los cuentos circulan entre Independencia, Ñuñoa y Talcahuano, revelando las inquietudes y el estilo de una nueva promesa del panorama local.
En el radar
pueblos abandonados
POR Marcelo Mellado*
* Escritor y profesor de Castellano. Es autor de "La batalla de Placilla" .