He aquí una película que, de seguro, tendrá su público asegurado en quienes gustan de esas películas que navegan sin complejo alguno por el melodrama a la antigua, predecible, con un guión que apela a los lugares comunes y a las soluciones típicas que gracias a sus actores, levantan el vuelo y se dejan ver sin ningún complejo.
Porque puede objetársele todo, desde la historia azucarada y obvia a más no poder, hasta la resolución que es un himno a los clichés, pero nadie podría decir que los protagónicos actúan mal, porque su reparto -compuesto en su mayoría por grandes actores del cine inglés- es capaz de conferir calidad y credibilidad a sus personajes que, en otras manos, habrían caído en el absoluto ridículo.
"Little Boy - El Gran Pequeño", del director Alejandro Gómez Monteverde (antes hizo 'Bella'), es directamente un melodrama triste, típicamente familiar y lleno de moralejas que ha sido detestado por la mayor parte de la crítica especializada. Es un tipo de película que en los años 40 habría funcionado estupendamente, sobre todo en el escenario de guerra que se vivía por entonces en el mundo, pero que en 2015, y dejando de lado la calidad de sus actores, es un bloque tremendamente efectista en la manera de cómo plantea los temas, las acciones y los nudos dramáticos.
Situada en un pueblo ficticio de Estados Unidos en la época de la Segunda Guerra Mundial, la película cuenta la historia de Pepper (Jakob Salvati), un niño de ocho años que sufre las burlas de los otros niños del pueblo, porque no logra crecer, tiene apenas 99 centímetros de estatura y eso lo hace el centro de todas las miradas y violencia de sus compañeros. Debido a esto, su ídolo y su único amigo es su padre (Michael Rapaport), quien deberá irse a la guerra, debido a que su hijo mayor (David Henrie) fue descartado por el ejército por tener los pies planos.
A partir de este hecho, el pequeño se aferra a la idea de que él podrá hacer que su padre regrese desde los campos de batalla, apoyándose en los consejos de un sacerdote de la iglesia del pueblo que le encarga una serie de tareas para que pueda fortalecer su fe.
En ese contexto, la prueba más importante y difícil que le plantea el cura es que se haga amigo de un japonés, el señor Hashimoto, un individuo que sufre el desprecio por parte de los habitantes del pueblo, debido a que encarna la figura del enemigo de guerra y les revive a cada uno la tragedia de Pearl Harbour.
Con estos elementos, el espectador avezado sabe para dónde va el relato: la amistad del pequeño Pepper, apodado Little Boy, versus la odiosidad del pueblo; la pérdida de noticias del padre en un ataque nipón en los campos de batalla versus la fe de su mujer (Emily Watson) de que regrese sano y salvo y la posibilidad de que el pequeño termine siendo aceptado por su medio, pese a su reducida estatura. En este contexto, es un mérito la elección del niño que interpreta a Pepper. Tiene el encanto suficiente y una ternura que hace rato no se veía en la pantalla en el terreno de los actores infantiles. Gracias a su carisma, el melodrama se hace más que soportable.
Otro punto que es interesante, pero que resulta de sobremanera desaprovechado en la película es la compleja relación entre el señor Hashimoto y el niño, porque siendo los dos víctimas del desprecio y la discriminación: al niño lo acosan por ser pequeño y al japonés porque representa al enemigo, siendo que ambos son inocentes de aquello: el niño no puede crecer debido a un problema en su desarrollo y el nipón no es culpable de la guerra que se desarrolla con ferocidad.
Insistimos en que son las actuaciones las que hacen de este filme algo grato, a pesar de todas sus obviedades: Emily Watson una vez más demuestra aplomo interpretando el rol de sufrida madre de familia, Tom Wilkinson, como el cura Oliver, revela sabiduría y calidad en sus diálogos y Cary-Hiroyuki Tagawa como Hashimoto es un estupendo personaje mal aprovechado por el realizador.
Desde luego que "Little Boy - El gran pequeño" es una película pensada en la familia y en los grandes valores, por esta razón no escarba en temas más dolorosos que aparecen apenas insinuados: el comportamiento del hermano mayor, siempre al borde de la ilegalidad; la violencia del pueblo hacia el señor Hashimoto o la soledad de la mujer que sufre de los acosos del médico del pueblo.
Lo que sí resultan postizas son las soluciones a ciertos temas del filme. El peor: la analogía forzada que se hace del sobrenombre del pequeño con la bomba que termina destruyendo Hiroshima, agravado esto por el hecho de que el niño todas las tardes levanta las manos frente al sol deseando que termine la guerra. Nadie cuestiona la actuación de Estados Unidos para determinar el fin del conflicto bélico, simplemente parece como un acto casi prodigioso del chiquillo que es aclamado por el pueblo.
Con todo, "Little boy - El gran pequeño" es un filme que funciona porque la mayor parte de sus actores nos logra conmover con sus papeles hechos a la medida de un guión tramposo, aunque su peor defecto es la manera superficial en que se desarrollan los hechos, haciendo que un espectador atento se adelante a lo que va a suceder, terminando como el típico cuento moral de final predecible.
Periodista, Magíster en Edu. Escritor, Académico U. A.
Víctor Bórquez N.