Sabella de Cuatro Rumbos
Creo que Andrés Sabella aún navega por los cálidos vientos del Norte Grande. Los velámenes multicolores de su poesía, arraigada en lo más profundo del hombre del desierto, permanecerá para siempre. Lo que perdura son los gestos humanos, la poesía, donde es posible sentir la respiración, el dolor cotidiano, ese dolor traspasado por hebras de alegría compartida, tal como nos expresa el poeta: "los ríos pasarán las estaciones, sin miseria y no habrá ópalos siniestros en el reír del niño". Un deseo tan distinto al que observamos en estos días, donde el maltrato infantil ha ido en aumento, donde la pobreza se intenta vanamente disfrazar con globos y serpentinas.
Los poemas que integran su antología "Hombre de cuatro rumbos", son verdaderas pinceladas geográficas, matizadas con el quehacer, alegría cotidiana, de su gente. Tocopilla, Gatico, Oficina María Elena, Taltal y otros pueblos del Norte, forman una columna humana de voces, de sueños mordidos por el viento, de esperanzas que brotan en las flores silvestres, de variados colores y breve vida, pero no por ello de intenso amor, de insuperable gratitud de vida y permanencia.
Cómo olvidar La Portada, ventana siempre abierta a la alegría familiar, donde silba sin miedo el viento de la costa, donde los sueños contemplan el amanecer, con su luz solidaria, dibujando en el contorno de las olas, la libertad del hombre.
Invito a los amantes de la poesía a revivir la magia del Norte, en estas páginas escritas con tanto amor y veracidad, sino también a los viajeros cotidianos, en ellas encontrarán el Volcán Lascar, la figura de los guanacos en la lejanía, un muelle en desarme, donde aún se puede percibir el aroma, el óxido de los clavos que, con esperanza, fueron golpeados por un hombre, que soñó con el resurgimiento de la vida.
"Si enterrado en la arena encuentras un cacharro…" el poeta no pretende dejar una impronta de soledad en tu mirada, quiere que despiertes y abras los ojos y descubras la alegría de vivir.
Edgardo Alarcón R.