Tengo que confesar que me resulta difícil escribir de lo que en nuestra sociedad está grandemente ausente y es causal de graves problemas, más aún reconociendo que son la base esencial para una buena convivencia humana, los tan importantes valores universales.
Caminamos a diario percibiendo una cierta "ley de la selva", en la que cada cual cree tener la razón y los derechos, ¿en qué sitio está la razón de los demás y los deberes de cada uno? Parecen no existir, o bien, pertenecen a otro mundo que se esfumó. Y es que se quiera o no, lo que realmente divide en dos grupos a los seres humanos, es la línea de los que viven de acuerdo a los valores y de quienes ya ni los reconocen. Ese fuerte desencuentro de vidas, hacen de este mundo, día a día, un lugar que se vuelve cada vez menos amigable.
Hacer una estadística sobre esta situación resulta, por decir lo menos, grosero y triste, pero sí podemos afirmar que de esta ausencia de valores, surgen dos tipos de personas. Quienes viven con respeto a sí mismo, los demás y a su entorno de vida y los que viven su metro cuadrado, sin reconocer al prójimo y menos aún el medio ambiente, la conciencia colectiva y todo lo que sucede en el mundo actual.
Dentro de una familia consciente de la importancia de educar en valores, esta misión la realizan pensando en el bienestar de sus hijos en el futuro y en el impacto que tendrá en sus vidas vivir en torno a valores morales, sociales, éticos y en lo posible , también religiosos. La familia, hoy sobre todo, tiene un especial llamado al compromiso de no dejar de lado los valores en la formación integral de todos sus integrantes.
Muchos de los problemas que se viven en la sociedad, se deben en su mayoría al relativismo valórico en el que el mundo actual, ha sumido a una gran cantidad de personas, que parecen vivir a ciegas, pero a propósito, pues resulta cómodo, encontrar todo bien; descalificaciones, faltas de respeto, inconsecuencias, odiosidades, intolerancias, falta a los compromisos, deslealtades, insolencias; prefiero no seguir, por respeto a mis amables lectores.
Mi real deseo es hacer un humilde llamado a no dejar de lado los grandes valores humanos, que deben animar por siempre la vida, porque se podrían llenar hojas de desventuras, por no vivir de acuerdo a ellos. Afortunadamente dicen: "Dios nunca anda de prisa, pero siempre llega a tiempo…".
Martín Bretón
Magíster en Educación