Aclaremos desde el comienzo: esta delicada animación de 108 minutos de Mark Osborne -creador de 'Kung Fu Panda'-, no es la traslación literal del inmortal clásico literario 'El Principito', la obra maestra de Antoine de Saint-Exupéry, publicada en 1943. Se trata solamente de una revisión de ese texto incombustible que, apoyándose en dos tipos de técnicas (stop motion para el cuento y animación tradicional para la historia de la niña), se sumerge de lleno en lo que se reconoce como la esencia de esa obra monumental y equivocadamente calificada como infantil.
Es verdad que si el director se hubiese concentrado en el tema de la fascinación que el cuento del aviador que se encuentra con un pequeño príncipe en el desierto del Sahara, la historia hubiese resultado completa y notable en sus alcances. Desafortunadamente, se distrae con situaciones secundarias que poco aportan, sobre todo en el tramo final.
A pesar de este lastre, se trata de una animación muy bien inspirada, que tiene una protagonista querible y una banda sonora de lujo, aparte de un cuidadoso trabajo que privilegia texturas y espacios.
Producida en Francia, esta primera versión animada de "El Principito" (antes hubo una versión con actores en los años 70) es una relectura del clásico, tomando los elementos clave del texto y centrándose en todo momento en la historia de una pequeña que solo vive con su madre, una ejecutiva obsesionada por lograr que su hija ingrese a un establecimiento exclusivo, olvidando que la niña debe jugar y tener amigos.
Los guionistas Irena Brignull y Bob Persichetti, logran dotar de una interesante imaginación a todo el tema, porque la niña en cuestión vive en un barrio monótono y gris, siempre regulado por horarios y estudios sin poder salir ni a la calle. Eso, hasta cuando por accidente descubre que en la vieja casa del lado habita un anciano aviador que alguna vez conoció a un joven príncipe en pleno desierto del Sahara…
Así, esta historia unida con la tradicional de El Principito que todos conocen (o deberían conocer desde luego), le permite al director y a sus guionistas imaginar un mundo fantástico, realizado a través de la expresiva técnica del stop motion, donde nos van contando los capítulos esenciales del acercamiento del aviador con el enigmático niño que proviene del asteroide B-612 en donde ha dejado una caprichosa rosa de la que está enamorado.
Acá es necesario insistir en que se trata de una relectura, una adaptación libre, donde el hermoso texto original es solamente un pretexto para que la protagonista de esta animación descubra varias lecciones importantes y, de paso, su madre comprenda también el rumbo equivocado que le ha señalado a su hija con tantas exigencias y monotonía en desmedro de su sano desarrollo infantil.
Tal vez la convergencia de estos dos mundos -el de la niña (que es el "real" y el del relato que se va descubriendo, que corresponde al clásico literario- no siempre ensamblan con total perfección. Puede ser. Pero, en su conjunto, se agradece el buen gusto del director para arriesgarse con un material maravilloso, aportando con algunas buenas resoluciones a nivel de guión y de imágenes.
La protagonista es la hija de una madre sobre protectora, que está obsesionada con establecer itinerarios para todo el desarrollo de la pequeña y cuya única meta es la perfección, el cumplimiento de horarios y de normas estrictas. Es, parafraseando al autor, una persona adulta.
Se mantiene el esquema típico impuesto alguna vez por Disney de la familia disfuncional, esta vez con padre ausente a quien nunca vemos, que solo le regala juguetes con nieve falsa en cada uno de sus cumpleaños, y llama la atención que ni la madre ni la niña tengan nombre (de manera que se transforman en arquetipos). Por esto, la madre tiene todo planificado, día por día, hora por hora, lo que su hija debe hacer para alcanzar la meta que se ha impuesto: entrar a un colegio de élite.
Ese orden se altera cuando la chica conoce al anciano aviador y se empapa con la historia del encuentro que éste tuvo con el niño de cabellos dorados que amaba las puestas de sol y extrañado por la manera en que se comportan los adultos.
Un acierto notable es que el mundo de El Principito esté muy dibujado, dato no menor si tenemos en cuenta el tremendo valor que tienen los dibujos del propio autor en la obra literaria.
Y así, a pesar de que hacia el final la historia se debilite, la película es una experiencia bellísima que servirá para descubrir el mundo literario de Saint-Exupéry a las nuevas generaciones, para acercar a los jóvenes con la riqueza de la animación y para demostrar que, a pesar de todo el tiempo transcurrido, lo esencial sigue siendo invisible para los ojos. Grata película, todo un regalo que se escapa del típico molde de animación tradicional para entregarnos una nueva lectura de un clásico absoluto de la literatura mundial.
Victor Bórquez
Escritor, docente y
comentarista de cine