Trovador incansable
En esta semana de reconocimiento a poetas muy nuestros, la ciudad repara su largo silencio sobre Mario Bahamonde, Para muchos será un descubrimiento. Para los más, un reencuentro con la experiencia de que las letras no mueren y los creadores no callan para siempre si llega el día que detiene sus pasos en la tierra, su pensar, su sentir, su decir siguen vivos en las páginas que fueron su catarsis y son nuestra heredad.
Este Salar Grande mira agradecido a los hombres y mujeres que trabajan la palabra creadora en oficio de luz para hacernos ver lo nuestro; para hacernos oír los ritmos de nuestro andar el Norte y la vida; para hacernos reconocer como propios el silencio de nuestro paisaje y nuestro día anterior. Y la ciudad entera siente la necesidad de expresar su afecto y su veneración por don Antonio Rendic, hombre de bondad probada, de sencillez conmovedora, testimonio vivo -en su ser y su escribir- de la fe que lo anima, de la esperanza que ilumina sus horas y aligera sus años, del amor que inspira su palabra cotidiana y hace claro su gesto que sana a los pobres y es bendición para todos.
"Trovador incansable de la Rosa" - dice de él Gerardo Claps. Línea para detener nuestra mirada en cada una de sus palabras. Concisión del más fino calibre en un poeta que nos devela camino y ser de otro poeta y abre puertas a nuestro don, no siempre ejercido, de reconocer, ahondar y crecer…Sí. Don Antonio va con su trova de armonía que "no cansa ni se cansa" porque es su oficio de amor a la vida, a los hombres, a las cosas humildes que tejen la vida de los hombres; a la aridez que exige reciedumbre y genera verdores, y al trabajo que se ilumina agradecido al prodigio de una flor; "tu magia -dice Gerardo Claps, cerrando su soneto "reconcilia cada cosa/ con la luz, la belleza y la bondad".
El verbo poético de don Antonio Rendic nos hace naturales como el aire, el trabajo, la simiente, la bondad, la paz, la flor. Hombre de paz, su verso es el aliento de una serena convicción. Así en "Mensajes al hijo por venir" que, en 1969, dedica "a todos los niños del mundo":
"Y yo te sueño noble. / y grande y respetado/, y no por la razón de la fuerza/ sino por la fuerza del amor." "La patria/ te necesita más en el taller,/ frente al surco/ o en la mina,/ moviendo máquinas/ o plantando la simiente/ que nos dará el pan de cada día.".
Trovador sabe del canto de las cosas y los seres: "Todo canta en el mundo,/ la flor que aroma,/ el viento que pasa,/ el ave que trina./ Tú, aunque no has llegado,/ cantas en mi alma,/ como la flor,/ como el viento,/ como el ave…"
Incansable, no ha dejado de regalarnos su luminosa visión del mundo.
Y de la rosa, ¿quién no reconocería en ella un signo de lo bello, de lo frágilmente espléndido? Emblema de la realeza y el amor, evocadora de místicas asociaciones, con ella corona el Dante su paraíso. Y la rosa de los vientos señala rumbos a navegantes y viajeros. Pero en la sencillez de nuestros días, la rosa es el orgullo cariñoso de quien cultiva su jardín, y, desde siempre, un homenaje de admiración, de amor. ¿Puede sorprendernos que don Antonio Rendic, que cree en la dignidad de los hijos de Dios, ama la vida y da valor a la flor, sea en nuestras arenas "trovador incansable de la rosa"?.
un santo para antofagasta