Botella y vasos
El hombre buscó el vino a través de los tiempos ("No plantes árbol alguno antes que la sacra viña… Sin beber nadie mitiga los pesares que nos mandan altas órdenes divinas; sólo bebiendo evitamos que los males nos persigan". Quinto Horacio, años 65 y 8 antes de Jesucristo), como un filtro mágico contra su desesperación o su tristeza. Y lo buscó, también, en su gracia imponderable, en su anhelo de comunicación solidaria, en su más hondo deseo de confraternidad.
Por él cruzó los mares, atravesó el desierto, se internó en la selva, remontó colinas. Se hizo navegante o bucanero, santo de yeso o asaltante nocturno de las sierras, conquistador de pueblos, poeta o vagabundo.
Por los efectos del vino, muy cercanos a los del amor, se han producido las más pícaras andanzas, las travesuras más increíbles de la historia. A su amparo se han descubierto nuevas tierras y se han organizado clanes, comunidades y creencias.
El vino, como símbolo sagrado, está en todos los dogmas y liturgias. Ingresó a la historia de las religiones y vivo se mantiene hasta nuestros días, convertido en sangre, palabra o designio. El vino es la chispa del humor y el secreto encantamiento de la alegría. Es la voz de la tierra y la esencia final de la materia. El néctar perfumado que persiste en su fragancia más allá de la perduración de las cosas. Es el único fuego que quema y no devora.
Un extraordinario texto, El Vino, del poeta, matemático (autor de un Álgebra y de numerosos sistemas de cálculos para la extracción de raíces cúbicas) y astrónomo persa Omar Khayyam, concluye: "El día que no exista y estéis todos reunidos gozando de los encantos de la amistad, cuando la copera de pálida cara y negros ojos os escancie el vino generoso, vaciad las copas hasta la última copa. Y pensad tiernamente en mí. Y cuando os toque el turno de beber, acordados de aquel que fue y ya no existe…"
N.de la R.: Ferrero junto a Andrés Sabella fundaron las ediciones Marsa (Mar, por Mario y Sa, por Sabella).
Mario Ferrero