Santo de la vida, contigo quiero aprender de la muerte
Doctor de la Vida en la ejemplaridad humana, esta tarde, cobijado en la altura de mi Mirador de cielos y estrellas, en la alegría del bello milagro, otorgado por TI, brindábamos por la notable recuperación de mi amigo. Entonces, una vez más, en serena plegaria, di gracias a Dios por tan feliz reencuentro. Mas, fue en ese momento, Amigo Antonio, que sentí la imperativa necesidad de compartir contigo y reflexionar sobre el verdadero significado de la vida, lo que implica también aceptar la otra parte de la vida, la muerte.
Recordé a los Budistas, que contemplan la muerte como un proceso normal. Ella, la muerte, es imprevisible, pero, ineludiblemente llegará. Pensé que seguramente todos quisiésemos una muerte apacible; pero, ello no será posible si nuestras vidas han estado llenas de violencia, de ira, egoísmo y oscuridad del alma y del desamor. Por lo tanto, si queremos morir bien, debemos aprender a vivir, ahora, ya, cultivando la paz, la solidaridad, la justicia, el amor y la esperanza.
Por ello, Hermano de la Poesía, Doctor del desamparado, hoy quiero pedirte un nuevo milagro: "Que nuestra sociedad no sea un desierto espiritual, carente de toda fe y de sentido. Haz que todos construyamos la buena vida, para esperar la buena muerte".
Es que Santo Antonio, la muerte siempre nos encontrará, porque no hay lugar de la tierra en que no esté; es decir, es absolutamente cierto que moriremos. No sabemos cuándo, cómo, ni desde donde llegará; por ello, esperémosla en todas partes. Practiquemos la muerte, porque, el que practica la muerte, practica la libertad. Como dice Montaigne. "El hombre que ha aprendido a morir, ha desaprendido a ser esclavo".
Revisemos nuestro superficial plan de vida : nos educamos, buscamos un trabajo, nos casamos, hijos, casa, auto, un negocio , vacaciones, preparamos la jubilación; todo, todo aceleradamente en una vida monótona, mezquina y repetitiva, desperdiciada en lo banal, rodeándonos de más y más bienes, más cosas y, sin darnos cuenta, somos esclavos de consumismo en vida y, entonces ¿Dónde está nuestra preocupación por los otros, por los que sufren, por los moribundos del alma y del amor? ¿Dónde está nuestra construcción y preocupación de una vida buena, para esperar en paz, una buena muerte y nueva proyección de la otra vida?
Ayúdame, Hermano Antonio, en mi canto de tiempo nuevo, para que todos no vivamos obsesionados por falsas esperanzas, sueños y ambiciones, que la felicidad no se transforme en desdicha. Haz que no seamos personas muertas de sed en el vacío, que nos arrastramos por el desierto sin fin de la insatisfacción.
Por ello, hermanos del norte, experimentemos en la meditación en la meditación para la iluminación, busquemos siempre la verdad espiritual, la del alma y del amor, así, sólo así, viviremos una vida buena, para esperar la buena muerte...
¡En la paz de Dios!
un santo para antofagasta