Pamela De Vicenzi/Agencias
El descubrimiento de la existencia de las ondas gravitacionales que había postulado Albert Einstein hace cien años tiene una larga data en la historia de la ciencia mundial.
Según el hallazgo del proyecto LIGO, estas ondas se producen cuando las masas se aceleran y comprimen y estiran el espacio. Se propagan en el vacío a la velocidad de la luz y distorsionan el espacio-tiempo, de forma parecida a las ondas que produce una piedra que se lanza al agua.
Las primeras señales
Los estudios sobre la gravitación tienen parte de su génesis en el siglo XVII, de la mano de Isaac Newton y su ley física clásica.
Luego vendrían los avances sobre esta teoría propuestos por el francés Pierre-Simon Laplace, quien postuló la propagación de la gravedad y la manifestó como un campo. La teoría del físico y matemático galo no tuvo una total acogida, su fórmula fue utilizada en el siglo XIX.
En aquella época, muchos científicos buscaron perfeccionar la teoría de Newton y conjugarla con otras de manera que marcaron distancias con el problema de Laplace respecto de la velocidad de propagación finita y la estabilidad de los sistemas planetarios.
Algunos nombres que pavimentaron el camino de las teorías de aquel siglo fueron los alemanes Wilhelm Eduard Weber, Carl Friedrich Gauss, Bernhard Riemann y el británico James Clerk Maxwell.
La teoría de einstein
A principios del siglo XX, la teoría de la gravitación tomaría un rumbo definitivo. El físico Albert Einstein desarrollaría la teoría de la relatividad general, que indicó que la atracción gravitacional observada entre masas se debe a una curvatura en el espacio-tiempo.
Esto marcó un giro respecto de la premisa de Newton, que señaló que la gravedad era el resultado de una fuerza de atracción inherente entre dos masas, que actuaba a distancia instantáneamente.
Hace exactamente cien años, en 1916, Einstein presentó de manera oficial la teoría de la relatividad general, aunque en ella se manifestó que las ondas gravitacionales son un detalle incómodo y no resuelto.
época contemporánea
Por lo general, las ondas gravitacionales son tan débiles que Einstein no creía que pudiesen medirse. Aun así, los físicos intentaban desde hace 50 años encontrar una prueba directa de su existencia, aunque todos los hallazgos reportados hasta ahora habían resultad inconsistentes.
Sin embago, apenas se dudaba de su existencia. En 1974 los astrónomos estadounidenses Russell Alan Hulse y Joseph Taylor descubrieron un sistema binario compuesto por dos estrellas de neutrones que orbitan una muy cerca de la otra. Su periodo de revolución se reduce lentamente, lo que se explica con la pérdida de energía a través de las ondas gravitacionales. Ambos investigadores recibieron el Premio Nobel de Física en 1993 por esta demostración indirecta.
La primera comprobación directa se consiguió recientemente en el Observatorio de Interferometría Láser de Ondas Gravitacionales (LIGO) de Livingston.
Lo que LIGO consiguió fue captar la huella de la fusión de dos agujeros negros. Esta prueba confirma la existencia de las ondas gravitacionales, la última gran predicción de la teoría de la relatividad general de Einstein que aun quedaba por constatar de forma directa. Y además supone el inicio de una nueva era en la astronomía.
La explicación sencilla de una científica
Para una mejor comprensión del hallazgo del Observatorio LIGO, una de sus investigadoras, Alicia Sintes, ofreció una particular explicación a tono con el día de San Valentín. "Había dos agujeros negros que están bailando enamorados, están uno al lado del otro, y en un momento dado se besan, se funden y en este momento impresionante generan una cantidad de energía, una potencia nunca vista como la del origen del universo, y esperamos que en el futuro veamos más agujeros negros bailando", indicó a EFE.