Evocación del Dr. Antonio Rendic
Sólo puedo empezar diciendo: Gracias, Señor, por el regalo hermoso y maravilloso de haberme elegido, entre todos los miembros de una vasta familia, para crecer junto al Dr. Antonio Rendic y compartir parte de su vida. Ésta ha dejado huellas imborrables e inolvidables en modelo de fe, bondad e increíble ternura, de generosa entrega diaria a su familia y a su prójimo; entrega a su trabajo de médico y poeta, de hombre estudioso, pero por sobre todo místico. Por razones de trabajo de mi padre, mi familia debió trasladarse a Santiago y por petición de mis tíos abuelos, el Dr. Rendic y su esposa Amy, yo me quedé aquí con ellos.
Recién recibido de médico en 1922, contrajo matrimonio con Amy Jenkin Richards. Fue un esposo ejemplar, completando 57 años de matrimonio, más 9 años de pololeo, es decir toda una vida de amor y fidelidad, muy unida, cristiana, con alegrías y también tristezas, pero sobre todo con una gran virtud en la aceptación de los designios del Señor. Uno de ellos fue no poder tener hijos, pero sí muchos "nietos".
Antonio Rendic fue un hombre de fe profunda e inigualable, sin lugar a dudas hecho a imagen y semejanza de Dios. Claro que eso no descartó su condición de hombre de carne y hueso, que sufrió, rió y compartió la esencia propia de todos los hombres que poblamos esta tierra.
Gustaba de los encuentros en familia, disfrutando y gozando de los dichos y bromas que allí se conversaban. Eran momentos felices y de unidad que llenaban de alegría y orgullo su corazón, pues significaban la transmisión de principios y valores fundamentales, que debían exteriorizarse y cumplirse cabalmente.
Antonio Rendic fue un gran lector, disfrutando largas horas con todo tipo de lectura, en especial literatura religiosa y médica. Ésta le permitía ahondar en sus conocimientos y así contar con más herramientas para aliviar el dolor del cuerpo de sus pacientes. Jamás dejó de profundizar en los avances de la medicina y, muchas veces, con su inmensa experiencia clínica, le bastaba mirar al enfermo para descubrir la causa de su mal.
Otra de sus pasiones fue la Educación. Por muchos años ejerció como profesor de la Escuela de Minas de esa época y de la Escuela Técnica Superior de Niñas. No olvidó jamás esa vocación, pues cada vez que tenía una oportunidad no se le escapaba ningún alumno para interrogarlo y aclararle sus dudas. A pesar de su gran trabajo diario, era una persona de poco dormir, no más de 5 horas diarias, por eso muchas de sus obras fueron bosquejadas de noche. Su momento predilecto para escribir era al atardecer, después de rezar sus oraciones en familia.
Antonio Rendic fue un hombre muy sencillo, pero un modelo de grandeza humana.
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