Muelle de pasajeros
El embarque y desembarque de pasajeros y carga que llegaba o partía en vapores, se hacía desde tiempos inmemoriales del viejo Antofagasta, por el muelle de pasajeros. Los barcos fondeaban a 4 millas de la costa y los pasajeros eran movilizados en botes a remo. Había todavía muy pocas lanchitas a motor para el servicio público, y las primeras que se trajo eran de propiedad de compañías embarcadoras, tales como Stevenson, Nitrate Agencies Limited, Compañía de Salitres, Barnett, Ferrocarril…
Para dar una idea de las "comodidades" de que gozaban los viajeros que se embarcaban por ese muelle, en aquellos tiempos, el embarcadero era una trampa en la que el incauto viajero, si no era un acróbata consumado, iba a dar con más frecuencia al agua que dentro del bote.
En tanto, en calle Condell, casi esquina Copiapó, hubo un restaurant balneario, llamado El Danubio. En ese tiempo el mar llegaba hasta ese mismo punto, de manera que sólo la vereda y la fachada quedaban en tierra, en tanto que el resto del edificio estaba montado como un muelle sobre el agua. Como en la actualidad se ha quitado al mar una extensa superficie para construir el puerto y sus dependencias, resulta menos que imposible dar una idea gráfica de la forma y dirección que tenía la costa en ese sector antiguamente, desde los Baños del Danubio hasta los Baños del Manzano y los del Maury; estos últimos quedaban donde en la actualidad está el costado norte del Hotel Antofagasta. La entrada de ambos establecimientos, que por lo demás estaban vecinos, daba al pasaje Rhin, angosta callejuela entre las calles Prat y Sucre.
Para esto ha sido precisa una estirpe especialmente recia de hombres, capaces de adaptarse a las peculiaridades de un suelo inhóspito, para dar vida a una región en que la naturaleza, en otras partes rica y generosa, se hallaba ausente. De esta gesta de titanes surgió humilde y pequeña, al principio, grande y pujante después, Antofagasta, la Perla del Norte.
Pedro Letelier Rodríguez