Gonzalo Marín, Adrián Gouet
Letra capital ediciones
60 páginas
$12.000
El Chile de hace 125 años visto por un quiltro
De acuerdo a los relatos e ilustraciones de juan rafael allende, así se veía la alameda a fines del siglo XIX.
Se trataba de Juan Rafael Allende (1848-1909), el autor satírico predilecto de la capital, cuyas obras se ofrecían a viva voz en el Mercado Central y la Estación Mapocho, ejes vitales donde también deambulaban sus personajes. Este Santiago de fines del siglo XIX es el que narra en primera persona un quiltro vividor y acontecido, que editorial Letra Capital ha convertido en una novela gráfica de 60 páginas, ilustrada por Adrián Gouet y con guión de Gonzalo Marín, tataranieto de Juan Rafael Allende.
En "la flor de la vejez" el perro escribe sus memorias porque puede y debe. A lo largo de su vida ha recibido varios nombres: "Rompecadenas" lo llamaban los niños que lo maltrataron de cachorro, luego fue "Chorrillos", cuando lo aguachó un soldado cojo de la Guerra del Pacífico, y en un convento siempre se echaba a la sombra de un pino, por lo que allí fue "Can Pino".
El tataranieto
Gonzalo Marín de niño quería ser escritor y pasaba mucho tiempo leyendo. Estuvo en un taller de narrativa con Pedro Lemebel y luego estudió Historia del Arte y Literatura. Estuvo un par de años en Europa y desde hace cuatro vive en Ciudad de México, donde cursa una beca de estudios en guiones de televisión que le dio Televisa, lugar en el que trabaja actualmente.
"Juan Rafael Allende era el abuelo de mi abuela, es decir, mi tatarabuelo, por lo que durante mucho tiempo oí historias de él que mi propia abuela o mi mamá me contaban. Sabía que tuvo muchísimos hijos, que se exilió a Perú, que estuvo a punto de ser fusilado. También era muy contada en mi casa la historia de mi tatarabuela visitando en el calabozo a Juan Rafael cuando estaba preso. Lo más sorprendente es que en la casa del hermano de mi abuela tienen los grilletes que le pusieron cuando estuvo encarcelado", cuenta Gonzalo.
La idea la novela tomó cuerpo de improviso y entre varias alternativas fue el relato más divertido, breve y crítico, además de presentárseles como el más visual y con posibilidades de funcionar en estos días a pesar de haber sido escrita hace 125 años. La premisa de un perro callejero al que le enseñan a escribir y leer les pareció genial, lo mismo la posibilidad de poder ilustrar la ciudad en ese tiempo y reflejar la crítica de Juan Rafael Allende.
-¿Cómo crees que se lee en 2016 una novela satírica de 1893, cuál es su actualidad y qué es lo que se perdió irremediablemente?
-Se perdió irremediablemente la popularidad, el protagonismo y la influencia que podía llegar a obtener un texto, sea un libro, un folletín, un periódico, una revista o un cartel pegado en la calle. Y la actualidad de una novela de 1893 radica en que muchas de las situaciones que nos pueden llegar a causar risa o rabia por su injusticia, claramente podemos verlas reflejadas en situaciones cotidianas en la actualidad.
El lenguaje tuvo que ser adaptado, ya que un texto del siglo XIX tiene palabras raras o en desuso; además, hubo que añadir palabras más actuales y trabajar situaciones del texto original en la que surgían ciertas incongruencias en la trama, ya que originalmente la novela se publicó por entregas.
El criterio para condensar las 105 páginas en 60 pasó por privilegiar el ritmo y la actualidad del texto, suprimiendo escenas que los editores pensaron no aportaban mucho. Por cierto que quien quiera leer la novela original lo puede hacer en el sitio web Memoria Chilena, de la Biblioteca Nacional. Gonzalo recuerda con placer el trabajo que los reunía todos los lunes a las siete de la tarde en el taller de Adrián, donde fueron, codo a codo, diseñando cada una de las viñetas.
El ilustrador
Por su parte, Adrián Gouet estudió Arte en la Universidad Católica y luego hizo el magíster en Artes Visuales de la Universidad de Chile. Llegó a este proyecto por interés y por su amistad con Gonzalo Marín. "La historia apareció de forma un poco casual, fue Gonzalo el que tuvo el buen ojo para encontrarla. Nos atrajo por varias razones, principalmente prácticas y estéticas: era un relato breve y abordable, de dominio público, con buenas dosis de humor y patiperreo por un paisaje medio desconocido -el Santiago de fines del XIX-, lo que nos permitiría explayarnos e investigar un montón de cosas", cuenta el ilustrador.
Cree que uno de los rasgos más potentes de la novela es que aborda problemas como la injusticia social y la violencia, con humor, sarcasmo y liviandad. "Toca muchas teclas, pero sin ser grave, lo que es bastante difícil hoy. El devenir de la historia está muy volcado hacia la crítica social, pero la clave es el humor, la estrategia cómica que denuncia desigualdades y pellejerías", precisa Gouet.
-¿Cómo delineaste al perro, tenías alguno en mente?
-Delineamos al perro en conjunto con Gonzalo, buscando en los matices más mínimos los rasgos que dieran con el carácter del protagonista. Fue fundamental contar con las pocas ilustraciones con las que se publicó originalmente en 1893. Lo que quedó fue un quiltro simple y medio filosófico, livianito de sangre y muy observador de su entorno.
Santiago finisecular
En cuanto al Santiago retratado, fue crucial el proceso de investigación y reconstrucción de la ciudad. Lo explica Gouet: "Al comienzo parecía una cosa media secundaria, como un telón de fondo para la acción del perro y los demás personajes. Pero con el correr del trabajo, la labor de dibujar la novela implicó manejar recursos más variados y menos convencionales de los que tenía para describir una ciudad y una época específica. No podía repetir 500 veces el mismo arbolito o la misma casucha en cada viñeta, había que estudiar y observar un poco más. Entonces me metí mucho en fotos y registros, detalles, mirar cosas tan menores como el diseño de una farola del alumbrado público o la trama del velo que ocupaban las señoras para ir a la misa. La suma de esas microbservaciones dibujadas fue recreando la atmósfera de la ciudad de esa época, que es la protagonista".
El modo de trabajar los tuvo sujetos a un storyboard que les tomó un año. "Cuadro por cuadro, todo lo armamos conjuntamente hasta realizar cada dibujo en su versión definitiva y detallada, a la vez que se reescribían partes del texto y se organizaba la transcripción definitiva", precisa Gouet.
EL editor
Claudio Aguilera, periodista y uno de los cuatro fundadores de Letra Capital Ediciones, explica que como editorial les interesa "hablar sobre la ciudad, el patrimonio y la cultura, pero de forma cercana al público". Para el público juvenil, han creado libros sobre la Plaza de Armas, el cerro Santa Lucía y la calle Independencia, además de un recetario de comida chilena ilustrado y un libro desplegable sobre la Alameda. Este año esperan hacer un libro para niños sobre Valparaíso, entre otros.
"Como editor, este libro ('Memorias...') es un regalo, porque estaba muy bien resuelto y nuestro trabajo tuvo que ver más bien con la decisión de agregar un prólogo del historiador Luis Villalobos, que contextualizara el momento histórico en el que se desarrolla la trama y permitiera conocer mejor a Juan Rafael Allende", dice Aguilera. Agrega que "lo genial de Allende es que habla de todo esto con humor negro, picardía, y a través de un quiltro que es un buen reflejo de la idiosincrasia nacional".
El autor
Creador de poemas, novelas y sainetes, Juan Rafael Allende también fue editor de periódicos humorísticos desde donde lanzaba sus dardos hacia la clase política y la iglesia. El tono anticlerical lo acompañó siempre, así como ser adalid de causas igualitarias y democráticas, todos conceptos muy distintos a la luz del Chile decimonónico.
Cuando estalló la Guerra del Pacífico, redactó textos que se leían a las tropas y la población para levantarles la moral y denostar a los países adversarios. Su obra más conocida es un sainete de 1889 llamado "La República de Jauja", donde no dejó títere con cabeza. Durante el gobierno de José Manuel Balmaceda fue un firme partidario aunque crítico de su autoritarismo; al momento de la derrota fue apresado y llevado a fusilar a Valparaíso, pero a pasos del paredón fue rescatado por una orden del Intendente del puerto. Exiliado en Perú, continuó dirigiendo periódicos satíricos y comedias como "El Arzobispo", "Poncio Pilatos" y "El General Pililo". Murió solitariamente en Santiago, en 1909.
Adrián Gouet, ilustrador
al protagonista le enseñó a leer y a escribir un anciano. es lo que ilustra la novela gráfica en esta sección.
El quiltro recorrió el puente cal y canto, ilustrado en esta viñeta.
el perro también recupera la sátira de juan rafael allende.
Por Amelia Carvallo
Corría el año 1893 en Santiago de Chile y desde la imprenta Vicuña Mackenna, ubicada en calle Moneda 67, salía a la luz "Memorias de un perro escritas por su propia pata". La novela, de poco más de cien páginas, pertenecía a la Biblioteca del "Poncio Pilatos" y, aunque no iba firmada por su autor, declaraba que las pocas ilustraciones que la acompañaban habían sido hechas por él.
"El devenir de la historia está muy volcado hacia la crítica social, pero la clave es el humor".
Ilustraciones: adrián gouet
"Mi tatarabuelo se exilió a Perú, estuvo a punto de ser fusilado (...) En la casa del hermano de mi abuela tienen los grilletes que le pusieron cuando estuvo encarcelado".