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En este país, que es mi país, una vez más comprobamos que no estábamos preparados para…
Estuvimos de "cuerpo presente" estos días críticos de aguas en la región del Libertador. En lo específico Machalí (que de manera contemporánea sus habitantes, en semiserio y con cierto rasgo de tristeza nominan Machalet).
Todo parece un chiste. En esta zona precipita con normalidad, luego, el agua no es un invitado de piedra. Construcciones relativamente actuales, ejemplo, supermercados que nada tienen entonces de súper, cerrados por filtraciones mayores a lo que se sumó la falta de agua (en este caso, sin ironía), para preparar y vender pan. Otros, sin vergüenza, exhibían tiestos, bacinicas y baldes, para absorber goteras, más los consabidos cartones rápidamente desechos, lo que aumentó el mal aspecto y dejó fuera el glamur de los mal llamados mol (grandes sólo en precios).
Seamos claro, no fue diluvio. Por lo demás, el fenómeno estaba anunciado e incluso durante algunas horas fue menor y generó los consiguientes dimes y diretes, entre los jerarcas de turno. La improvisación volvió a ganar. Por sus calles pequeños ríos de agua y barro. Cortes de luz y agua. Incluso casas con techos planos. Reclamos de los pobladores por la ausencia de las "autoridades". ¿Y para qué? Si la solución está, por un lado, en la cacareada prevención, que sigue siendo sólo discurso añejo y repetido. Por otro, que cada uno, asuma el rol que le corresponde, que se haga carne "el hacer bien su pega". Algunos son detalles de gruesa ingeniería que se comparten con los que le otorgan el visto bueno. Otro chiste.
La mayoría de los conductores, con el acelerador a fondo, sin ninguna consideración por el caminante. El que se moja, se moja. Cero respeto por los pasos de cebras. Estuvimos un par de minutos, tratando de cruzar. Incluso, nos vimos obligados a gesticular exageradamente y, nada. No vimos jamás el auto de verde y blanco. Y como en el tango, sin muchachita ni dulce ni rubia, la cosa se volverá a repetir.
Pepe Anzúa