Antofagasta, ¿gran ciudad universitaria?
Hace algunos años, trabajando con el pintor chileno Francisco Smythe, escuché, por primera vez, lo que era la relación entre ciudad, promoción urbana y universidad. El notable comentario provenía de alguien que había estado en comunidades dinámicas, como la ciudad universitaria en Ciudad de México, la Universidad de Firenze, en Italia, o la experiencia de campus en Colombia y entendía, por cierto, la necesaria interrelación entre universidad y ciudad, explicado, como reto de futuro, a través de la mirada de la pintura, el arte y el diseño.
Hoy, Smythe no está con nosotros, pero recuerdo la importancia de su sugestivo análisis a propósito de haber leído, hace unos días, una interesante opinión: Potenciemos la ciudad universitaria. Una editorial, en verdad. En síntesis, apuntaba a que la ciudad de Antofagasta podría consolidarse como un gran enclave universitario. Consideraba una cifra que, transformé en porcentual: el siete por ciento de la población regional, entonces, correspondería a estudiantes de educación superior provenientes de distintas casas de estudio. Sin embargo, el trabajo por desarrollar un polo de alta relevancia entre universidad y entorno ciudad, en la comuna y región, nos deja al descubierto varias incógnitas: ¿Hay ideas para elaborar, de manera creciente, un parque universitario? ¿Las universidades de la ciudad tratan de conectarse con el tejido de ciudad? ¿Tenemos universidad, ordenada arquitectónicamente, en el centro de la ciudad? ¿Las universidades se sitúan, efectivamente, en la dinámica territorial, la población y el bienestar en la región?
Las respuestas son complejas porque están determinadas en un ámbito polifactorial. Una de ellas puede ser generar intereses comunes y concurrentes con lo que desea la ciudad: solicitar la opinión de la población, por ejemplo, participación ciudadana, en realidad; sumado a otra idea como conjugar la inversión pública y privada incorporando intervenciones integrales en la edificación. O bien, estudiar nuestra historia regional incorporando los existentes espacios históricos, de modo multifuncional, para integrar salas notables o de investigación a las universidades.
Resulta paradójico que mientras va en aumento la estadística de estudiantes que se integran a la educación superior, en la región, no sabemos, por ejemplo, cuánto de ese capital humano se vincula al territorio o bien cuántos desertan del medio universitario por situación ambiental. Está claro que la educación superior es una fuente económica financiera y cultural para esta región y también es una fuente para que el territorio se beneficie, y se dinamice, de relaciones sustentables.
Sin embargo, generar espacios como los campus ciudades significa también extender otros: librerías, cafés, museos, teatros, residencias de estudiantes, un recinto deportivo o un estadio. En este sentido, una experiencia notable es lo que sucede con el Teatro Pedro de la Barra, de la Universidad de Antofagasta, en su tiempo primera escuela de niñas de la ciudad, y que pronto ingresará a su etapa de remodelación. Es notable porque se combinará el resguardo patrimonial, se seguirá la huella de su fundador y se utilizará, con mayor comodidad, para brindar un arte teatral de categoría.
Pero, una rápida mirada nos dice que el país tiene escasos ejemplos de ciudades universitarias. Así, también, una rápida mirada para la ciudad de Antofagasta nos dice que podemos pensar en un modelo sano e innovador como promesa de ciudad universitaria ordenando espacialmente el territorio urbano partiendo de su identidad y de sus contextos. Buena salud, entonces, para las ideas transformadoras.
Francisco Javier Villegas
Director FIC-R Observatorio de Educación, Universidad de Antofagasta