El volumen "Racismo en Chile. La piel como marca de inmigración", fue editado por la académica María Emilia Tijoux. Contiene 17 ensayos de diversos autores y está dividido en cuatro capítulos, que recorren desde las fuentes históricas de la inmigración africana en tiempos del Reino de Chile hasta los actuales espacios cotidianos de la vida inmigrante en el país. Además de investigadores de la academia, un artista visual y un poeta, está presente la voz del colectivo Movimiento Acción Migrantes y la del Departamento de Extranjería y Migración del Ministerio del Interior.
Exclusion en europa
En los años setenta, María Emilia Tijoux comenzó a estudiar Filosofía en el Instituto Pedagógico con profesores del calibre de Juan Rivano, Armando Cassigoli, Jorge Palacios, Humberto Giannini, Patricia Bonzi y Pedro Miras, entre otros. La recuerda como una época muy vinculada al compromiso político y con una mirada hacia el mundo extremadamente crítica. Luego del Golpe de 1973, fue encarcelada y tuvo que partir al exilio, uno que devino en una larga estadía en Francia, "con las maletas hechas" al comienzo, pensando que el regreso a Chile no tardaría.
Racismo en chile
Hace poco menos de dos décadas un racismo diferente y muy violento emergió en Chile, dice Tijoux. Nuevas prácticas racistas, distintas a las empleadas en relación con los pueblos indígenas, se han puesto de manifiesto con la llegada de inmigrantes colombianos, ecuatorianos, haitianos y dominicanos. Frente a esto, agrega, es necesario revisar el rol que juega el Estado y las instituciones públicas en la inclusión y el respeto a los derechos humanos.
La seducción tramposa
La investigación se hizo en el espacio público y evidenció una arista muy interesante que alude a nuestra la sexualidad y su tremenda represión. Constataron, por ejemplo, que en la Vega se buscaba que la fruta exótica como guayabas, cocos y mangos fuese vendida por inmigrantes negros que usaran un lenguaje atractivo para las mujeres que por allí pasaran. "Esa persona está puesta en un lugar muy particular y vuelve a ser el lugar del esclavo, es decir el lugar deshumanizado, similar al sitio donde la publicidad lo coloca: cuerpos semidesnudos con un fondo salvaje, acompañados de pieles de tigre. Lo curioso es que son cuerpos muy atractivos sexualmente, porque hay toda una fantasmagoría sobre una sexualidad mulata o negra que tendría una capacidad sexual mayor que la de los chilenos".
Qué hacer
Dentro de las consecuencias más están las que atañen a los niños y niñas, hijos de inmigrantes en escuelas donde no solamente son maltratados por sus propios compañeros sino que muchas veces por la comunidad educativa. "Tenemos mucho por hacer y trabajar pero no pensando en ellos sino que en nosotros. Lo importante hoy día es centrar la reflexión en la sociedad chilena, pensar en por qué somos como somos y qué es lo que hacemos cuando somos de ese modo".
También, en la parte final del libro, hay recomendaciones de políticas públicas contra el racismo en Chile desde siete ámbitos: educación, trabajo, cultura, salud, género, urbanismo y territorialidad, más ciudadanía y jurisprudencia. Parte de un proyecto Fondecyt, que además produjo un seminario donde se reflexionó y debatió en torno al fenómeno de la inmigración en Chile, la publicación tendrá su lanzamiento este mes.
Cuenta que trabajó en distintos oficios, asunto que la vinculó fuertemente al territorio y la ayudó a insertarse mejor donde llegó, a Lille, una ciudad al norte de Francia, cerca de la frontera con Bélgica y Holanda, próxima a Inglaterra también. "Allí estudié Educación Especializada, una profesión muy útil que en Chile no existe e implica estar muy cercana al mundo de la exclusión, a personas que viven en condiciones extremadamente duras. Pasas por una serie de talleres en los que trabajas tanto en casas, como en cárceles y en la calle. Es un amplio abanico donde el trabajador social de tipo más administrativo entra poco".
Su interés principal fueron los niños abandonados por sus padres o bajo protección por los riesgos en que vivían. Lille tenía barrios pobres con inmigrantes árabes, africanos, latinos y españoles, pero también vivían allí franceses, "lo que ellos denominan el Cuarto Mundo", como aclara María Emilia. Posteriormente, estudió Ciencias Sociales en la Universidad París XII en Créteil, donde también hizo la Licenciatura y el Magister. Su doctorado lo hizo en París VIII, la misma universidad donde hicieron clases personajes como Gilles Deleuze, Michel Foucault, Félix Guattari y Jean Francois Lyotard. Alojada en el suburbio de Saint Denis, la universidad era un gran caleidoscopio gracias a la gran cantidad de estudiantes extranjeros que allí llegaban.
A su regreso a Chile, a fines de 1989, vivió la experiencia de llegar a un país muy diferente al que dejó. Un país al que vino a investigar y escarbar en sus mitos de origen e identidad, reflexionando y trabajando en terreno sobre el imaginario nacional.
"Somos un país racista, lo tenemos alojado en el interior y muchas veces se manifiesta de un modo en que no nos damos cuenta. En las palabras, por ejemplo, surge muy espontáneamente y está vinculado no solamente al inmigrante, sino que también a los pueblos originarios a quienes se miran de soslayo, reticentes a relacionarnos o considerarlos".
En cuanto a la violencia que aparece últimamente, está muy ligada a la humillación, los discursos xenófobos y un maltrato físico que llega al pellizco y los escupos. Son todas reacciones que los investigadores han visto en terreno y que se mezclan con lo que llaman "racismo cotidiano", uno que adopta formas de hablar y encuentros corporales. "Incluye gestos y movimientos de las manos y el cuerpo que dan a entender que estoy frente a un otro minorizado, colocado en un lugar aparte, alguien que siempre tiene que demostrar que puede ser digno de vivir en este país".
Muy sorprendente resulta, por ejemplo, el primer capítulo, donde se consigna el abordaje que hizo la historiografía chilena sobre la época colonial y la existencia de negros en Chile. Acá el concepto de racismo aún no existía y se hablaba, lisa y llanamente, de esclavitud que después devino en servicio doméstico. A mediados del siglo XVII, el 20% a 25% de la población total de Santiago era negra y muchos de ellos están a la base de nuestra diversidad.
Otro momento crucial se vivió a mediados del siglo XIX, cuando se constituye el Estado Nación y el embajador Vicente Pérez Rosales impulsa la llegada de inmigrantes europeos a colonizar el sur de Chile y de paso "blanquear la raza", como lo consigna en su "Ensayo sobre Chile", escrito en francés para convencer a sus interlocutores de que Chile es el país más parecido a Europa del continente.
"No es el hecho que haya venido esa gente lo que provocó el problema del racismo, sino una política estatal para blanquear la raza y borrar las huellas que quedaban de lo que no se quería ser. Eran dos las figuras condenables a las cuales había que oponerse: el negro y el indio", señala.
Y hoy, cuando se estima que va en aumento la cifra de 500 mil inmigrantes, la figura se vuelve, además, una amenaza laboral, ya que quien viene lo hace para trabajar: "Chile aparece como un país exitoso económicamente y políticamente seguro. El inmigrante no está de paso, no es turista, es alguien que se queda. La remesa, los envíos regulares de dinero a los países de origen, es un negocio enorme".
Recorrieron, además, al ritmo del reggaetón, cafés con piernas y espectáculos de martes femeninos donde constataron que los que más asisten son "chilenos y chilenas, comunes y corrientes, pero absolutamente erotizados a niveles impresionantes con estos cuerpos que traen consigo algo así como el exotismo sexual".
Pero junto a esta aparente atracción convive el afán de otorgarles un lugar solo desde la animalización, con decenas de nombres brutales que se solapan en algo que quiere ser humorístico pero es pura desconsideración.
En cuanto a los hallazgos, el racismo aparece como una especie de cristalización del odio y maltrato histórico que vemos sucesivamente en la Colonia y en las guerras de Arauco y del Pacífico. Estas marcas terminan anclándose en lo cotidiano, en lo más banal del diario vivir como por ejemplo una ida al consultorio o una visita a los baños de las escuelas llenos de insultos. Pero no todo es desesperanza y la investigación señala que hay muchas cosas que están cambiando, partiendo por los preescolares.
También hay que educar a quienes forman a los niños, incluir cursos en las universidades, además contar con la voluntad del Estado y tener un marco legal adecuado ya que la Ley de Migración que tenemos es de 1975. "Las recomendaciones que ponemos al final del libro se las hicimos llegar a muchas personas pero no sabemos cuál fue la recepción. Tenemos además un proyecto muy bonito que se llama 'Contra el racismo, nos educamos' que es una exposición itinerante que buscará hacer reflexionar a los estudiantes contra los discursos y prácticas racistas dentro de tres espacios representados: la casa, la escuela y la calle", señala María Emilia Tijoux.