En diversas regiones se están desarrollando por estos días simulacros de terremoto y tsunami, de preferencia en establecimientos educacionales, mientras para nuestra Región de Antofagasta se ha anunciado que a fines de junio o comienzos de julio se realizará un inédito operativo para simular un aluvión.
Todas estas experiencias tienen por finalidad conocer los tiempos de reacción de las personas y las dificultades que se podrían enfrentar ante una emergencia real, en este caso de evacuación a zonas más seguras.
El terremoto y tsunami del 27/F, que castigó a gran parte de Chile constituyó la prueba elocuente de que el país, en general, y la Oficina Nacional de Emergencia, en particular, no estaban preparados para abordar una catástrofe de esa magnitud.
Los organismos chilenos se encuentran adscritos a una red internacional que monitorea el comportamiento de los océanos. Como país marítimo, con una tradición sísmica y azotado por aluviones, de preferencia en el norte del país, debemos desarrollar un sistema de emergencia y la comunidad debe acostumbrarse a asumir las instrucciones con calma y a ensayar las evacuaciones.
Durante los años siguientes al terremoto y tsunami de 2010, se han tomado algunas medidas que permitieron desarrollar un sistema preventivo para que la comunidad esté preparada y aborde el tema con responsabilidad y cautela.
Estos ensayos se realizan en un día de actividad laboral y educacional, para medir la coordinación de los distintos organismos en la evacuación de miles de personas que viven en sectores que podrían ser inundados ante un posible tsunami o por aluviones.
Cierto es que en todo esto siempre hay aspectos que mejorar, pero lo más destacable es que las simulaciones que se han efectuado en diversas comunas han sido tomadas con seriedad por la ciudadanía, que entiende que si bien estos operativos representan algunas alteraciones de la vida cotidiana, es necesario ir acostumbrándose a ellos, para que -si la ocasión se presenta nuevamente- no nos sorprenda sin preparación.