Literatura y alta mar
La imagen del mundo de la narrativa costera es de signo urbano, sin que en sus inicios se hayan aprovechado suficientemente las posibilidades que ofrecía su proyección marítima. El cultivo de temáticas donde el hombre se sitúe en relación con el mar, para dar cuenta de sus aventuras en viajes por diferentes escenarios, es casi inexistente.
Carlos Naveas Bartolli, en "Retoño de pescadores", sitúa al lector en Tocopilla y en la miseria de un hogar de pescadores artesanales. La adversidad ha hecho presa de "El abuelo", personaje que aportaba el sustento para su nuera viuda y sus nietos. Cuando el hambre y la necesidad se imponen, "hombres prematuros… sintieron que la responsabilidad los estremecía". La tarea, nada fácil, dada la edad, les obliga a hacerse a la mar a escondidas de los viejos pescadores. Estos dudaban de sus habilidades marineras. Una vez en alta mar, tras denodada faena, capturan un enorme pez espada. Al enfilar con él hacia la caleta, el único comentario fue: "Ya no faltará el pan en casa, porque nosotros sabemos trabajar". Han cumplido con la responsabilidad asumida y ante los pobladores de la caleta, han dado prueba de hombría y de ser auténticos "retoños" de pescadores.
Interesante resulta el enfrentamiento hombre-mar en "Changuerías", de Carmen Escobar Mercado. Es un relato donde un viejo bote tirado en Coloso, se deja ganar por los recuerdos que brotan con fuerza "cuando sopla el viento Norte o el viento Sur". "El mucha fe", es el nombre que recibió en la inmensa pila bautismal que es el océano, recuerda su primera salida cuando "su proa cortaba el agua como gigantesco cuchillo invisible", impulsado por vigorosos golpes de remos. La vida útil del bote da paso a sus actividades, atentos a las condiciones del tiempo.
Los autores, más que desplegar las velas de la imaginación para seguir al hombre en sus aventuras por los mares, se han limitado a un enfoque mostrativo de éste esforzándose en las faenas relacionadas con la pesca.
Osvaldo Maya C.