Por estos días hemos visto una situación que para muchos puede resultar bastante increíble. Cuando el actual gobierno de Michelle Bachelet, apenas sobrepasa la mitad de su período, ya son varias las precandidaturas interesadas en la presidencia.
En este escenario, quizás lo más llamativo sea el hecho de que parte importante de la clase política esté dando por cerrada la presente administración.
Frente al fenómeno, el ministro de la Secretaría General de Gobierno, Marcelo Díaz, afirmó que no se siente sorprendido ante la aparición candidaturas presidenciales y aseguró que ello sería "normal" en un sistema de gobierno como el chileno.
Como es sabido, los expresidentes Sebastián Piñera y Ricardo Lagos han manifestado que tomarán una decisión en los próximos meses, aunque todo hace indicar que tienen un efectivo interés en ello.
La DC, por su parte, también ha reclamado su interés en colocar un nombre de los suyos en la papeleta, con Ignacio Walker, como principal abanderado. También lo ha hecho el mundo radical, con el senador Alejandro Guillier.
Lo mismo ocurre en la centroderecha con Manuel José Ossandón y otros.
Todo lo anterior no tendría nada de objetable, si estuviéramos a meses de una elección, pero aquello está lejos de la realidad. Más aún, recién en tres meses enfrentaremos una elección municipal.
Por ello no sorprende que el propio vocero llamara a sus compañeros de coalición "a mantenerse en el presente y a preocuparse por las promesas y acciones del gobierno actual". Lo mismo podría responderse para la oposición.
Con todo, cabe preguntarse si el gobierno actual ya agotó sus grandes naves y administración y sólo restan transformaciones menores respeto al trabajo legislativo y del acontecer nacional.
Tal juicio puede sonar a crítica política, pero ciertamente la pregunta es válida cuando en la práctica observamos que la agenda comienza a trasladarse lentamente hasta la discusión de quiénes estarán en carpeta para una administración que recién asumirá en 2018.