José Balmes
En 1953, cuando estudiaba en el Bellas Artes de la U de Chile, fue mi maestro al pintor Gustavo Carrasco, cuyo ayudante era el joven pintor José Balmes, artista plástico llegado a Chile en el Winnipeg, el barco con refugiados de la guerra civil española, que trajo a artistas, hombres de letras, historiadores… En ese barco venían también: Leopoldo Castedo, historiador del Arte, Antonio R Romera historiador, crítico y dibujante, José Maria Casassas, historiador que trabajó en la Norte y artistas plásticos muy jóvenes, que terminaron sus estudios en la U. de Chile.
La historia del Arte del siglo XX, está marcada por ese grupo de artistas plásticos: Balmes, su esposa Gracia Barrios (hija del escritor Eduardo Barrios), Juan Egenau, escultor: Eduardo Martinez Bonatti, pintor, quienes adoptaron a Camilo Mori como su adalid, conmoviendo los cimientos de la escuela, pero manteniendo su preocupación y respeto por la identidad nacional.
Balmes mantuvo el contacto con lo real. Recuerdo un tema que trabajó hasta agotarlo: el pan nuestro de cada día, la marraqueta. También cultivó la pintura gestual más cercana al informalismo, en telas de gran formato.
En su exilio en Francia ejerció docencia en La Sorbona junto a su esposa Gracia.
Nos encontramos con Balmes en Santiago en septiembre de 1972, con motivo de la exposición "Norte _ Sur", en la Sala de la Universidad de Chile, que reunió a artistas de las regiones y organizada para apoyar al gobierno Popular.
Miembro activo de la APECH, organización gremial de los artistas plásticos, vino a Antofagasta en los 90 a la inauguración del Taller de Dibujo y Pintura del Teatro Municipal a cargo del pintor antofagastino Jaime Cabrera Cossio.
Nuestro último abrazo fue en Viña del Mar, en un encuentro de miembros de los Consejos Regionales de la Cultura y las Artes.
Pepe era un hombre jovial, con gran sentido del humor. Su amante fue la Pintura, no hubiera podido vivir sin ella.
José Balmes recibió con justicia el Premio Nacional de Arte 1998.
Pepe ya dejó sus telas y pinceles… ¡Descansa en paz, Maestro!
Waldo Valenzuela