"Jamás he visto en el mundo / otro hecho sangriento igual / pensando en el criminal / a veces yo me confundo / triste i meditabundo / contaré el drama primero / si el caso no es verdadero / me disculpará el lector/ hizo la hazaña de horror / un celoso panadero". Este extracto corresponde a un poema escrito por la cantora popular chilena Pepa Aravena en los años 50. En aquellos tiempos era común este ejercicio de juglaría medieval que llegó a Chile en la colonia y que se potenció con la utilización de la imprenta a mediados del siglo XIX. Desde entonces comenzó a practicarse lo que se conoce como Lira popular, en el que los poetas populares imprimían sus décimas en grandes pliegos sueltos de papel, acompañados de grabados anónimos, que colgaban de un cordel que ataban a los postes o los árboles. Es así como la tradición oral de estos cultores empieza a ser registrada y atesorada, llegando a convertirse en joyas bibliográficas en la actualidad.

En las Liras populares se conservó el Canto a lo poeta, con sus versos a lo humano y a lo divino, creando sorprendentes epopeyas, noticias de crímenes pasionales, relatos de catástrofes, de hechos políticos, celebraron a ciertos héroes, defendieron sus derechos, coronaron a sus santos, lloraron a sus muertos y pidieron por sus angelitos. Estos poemas o cantos iban acompañados de música en las fiestas populares y ceremonias religiosas donde sonaban las vihuelas y guitarrones. Los payadores en Chile surgieron como caballeros andantes que usaban cuartetas y luego décimas para deslumbrar con su ingenio y sabiduría populares. Se realizaban verdaderos duelos poéticos en celebraciones y posadas, habiendo varias famosas, como Cañadilla y Camino de la cintura, por acoger y fomentar estas prácticas acompañadas de vino del valle central. Los cultores más conocidos e investigados fueron Bernardino Guajardo, Rosa Araneda, Nicasio García, Daniel Meneses, Jesús Brito y Juana Acevedo. Ya en los años 30 se creía que la tradición había muerto pero dos décadas después se celebró el Primer Congreso Nacional de Poetas populares al que asistieron más de cien. Hoy la Lira popular es recordada y emulada. Los cantores han transformado su métrica pero continúan haciendo versos que nos hacen recordar que la poesía debe seguir pasando de mano en mano, cantando en los mostos que bebemos, sobreviviendo a la intemperie.

María Constanza Castro M.

Académica Escuela

de Periodismo UCN

Máster en Literatura.

A través de la vida de Luis Enrique, un niño nacido en el Desierto de Atacama, el escritor pampino Eduardo Bordoñez-Molina debuta en la literatura con su libro "Salitre Inc.". Una historia emocional y apasionada que da cuenta del sacrificio y tesón de aquellos hombres y mujeres durante dos generaciones de mineros del salitre.

Familia minera

El texto es un trabajo autobiográfico del escritor, quien luego de salir al exilio en 1972, regresa al lugar donde nació hace 80 años, la oficina salitrera Cala-Cala, ubicada en la localidad de Pozo Almonte.

"Mi abuelo murió de minero y mi padre recorrió todas las minas del norte. Yo trabajé hasta los 25 años en las minas hasta que cerraron la Oficina Pedro de Valdivia, donde me desempeñaba como eléctrico. Después me fui al exilio a Estados Unidos donde me radiqué hasta hoy", enfatiza el autor del libro.

"Salitre Inc." cuenta en ocho capítulos episodios claves de la vida del escritor, matizado su relato con las historias de hombres y mujeres que cruzaron en su camino. El libro -autofinanciado- cuenta con una versión en español e inglés.

"Esta es mi primera experiencia escribiendo libros. 'Salitre Inc.' nos adentra en la vida de los mineros, en el trabajo, la familia, sus aspiraciones y lo que pasó con sus vidas. Yo nací y me crié en el desierto y hasta hoy no tiene paz", explicó el narrador pampino quien tardó dos años en publicar su primer libro.

¿Qué recuerdos tiene de su vida en la Oficina Cala-Cala?

-Era mi tierra, mi sueño. Cuando niño estaba feliz ahí. Crecí jugando en el desierto, recién cuando tuve 5 años me di cuenta de lo inmenso que es el desierto. A los 7 años mi mamá me dio mi primer trabajo. Ella preparaba almuerzos y yo tenía que ir dejárselos a los mineros atravesando la pampa.

Eduardo era el mayor de cinco hermanos, siendo él el único hombre por lo que debía asumir la mayor parte de las tareas en la pequeña casa que le fue cedida a su familia en la oficina salitrera.

Hoy el debutante escritor pampino lleva 44 años viviendo en Estados Unidos.

Su libro se encuentra a la venta en la página www. amazon.com en versión digital y papel.