Si Chile está extraviando su camino al desarrollo esto es palpable básicamente en lo que estamos conversando. Queda -malamente- la impresión que hemos ignorado la tarea de concentrarnos en los temas relevantes, perdiendo la capacidad de soñar y plantearnos metas grandes... Por estos días nuestros esfuerzos están en lo accesorio.
Al mirar la pauta noticiosa puede observarse con preocupación que los temas no son los del futuro, no son los adecuados, ni son capaces de convocar a una sociedad que aún tiene mucho por hacer.
Muy por el contrario, en las conversaciones públicas de los chilenos abunda el desencanto, la batalla ideologizada y los absolutos en los juicios. Es decir, a la conversación ramplona, agregamos una enorme cuota de intolerancia que dificulta más el diálogo.
¿Qué nos pasó? En qué momento dejamos de aspirar al anhelado desarrollo, la derrota de la pobreza, mejorar la educación, abrir oportunidades, sumarnos exitosamente al mundo.
Chile ha conseguido mucho en 30 años, como ningún país de la región y eso es motivo de orgullo, pero por sobre todo un aliciente para seguir adelante. Sin embargo, se nos extravió el diálogo y la calidad del mismo.
No se trata de cerrar los ojos y negarnos a resolver lo que esté errado, pero no podemos concentrarnos exclusivamente en la hurgar la basura, mientras aquello que nos edifica sigue en el ostracismo, como los miles que emprenden, o los que hacen bien su trabajo, que trabajan por un mundo y un país mejor.
Hoy es más fácil apuntar con el dedo, que pensar, por ejemplo, en levantar polos tecnológicos, o hablar de los cambios planetarios, las potencialidades del turismo, o el cuidado del medioambiente.
Ciertamente es más fácil destruir que construir, replegarnos en lo fácil de perder la confianza en todos, pero aquello está lejos de contribuir a las nuevas generaciones y en especial a los que menos tienen, detalle que siempre nos debe movilizar como chilenos.
No perdamos el foco, no extraviemos desde el lenguaje, el futuro del país que nos reclaman todos quienes buscan una oportunidad. La clase política y la ciudadanía tiene esa responsabilidad.